Mujeres y migrantes, cuando la discriminación se multiplica por dos

Isadora Duncan analiza en unas jornadas los principales riesgos a los que se enfrenta el colectivo, desde la trata a la mutilación genital o los matrimonios forzosos

C. Centeno
30/10/2019
 Actualizado a 30/10/2019
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Las mujeres migrantes se enfrentan a una doble discriminación: «por ser mujeres y por ser migrantes». Por ello, son un colectivo vulnerable sobre el que inciden de manera especial una serie de circunstancias que analizan desde este martes en las XII Jornadas Mujeres Inmigrantes, que organiza la Fundación de Familias Monoparentales Isadora Duncan en el Musac y que en esta edición se han titulado ‘Sin derechos’.

La «lacra social» de la trata de seres humanos, los matrimonios forzosos de menores o la mutilación genital femenina son algunos de los asuntos que los expertos analizan en unas jornadas que buscan «sensibilizar» a los leoneses y conocer prácticas «que no son buenas» en una sociedad cada vez más «intercultural». Así lo manifestó la directora del centro de día de mujeres inmigrantes que la Fundación Isadora Duncan tiene en León, Cristina Prieto. Desde esta organización, trabajan con el colectivo dando «asesoramiento tanto social como jurídico, psicológico o económico» y ofrecen diferentes talleres «intentando que a través de ellos las mujeres se interrelacionen y se socialicen para lograr su integración en España». Un fin «difícil», ya que la mayor parte de las usuarias tienen estos programas como algo «secundario», por lo que trabajan «para que se comprometan y tengan una permanencia», especialmente entre las mujeres de origen marroquí, uno de los colectivos más numerosos.

Durante el año pasado participaron en los diferentes programas de integración de Isadora Duncan un total de 127 mujeres migrantes, algunas de ellas acompañadas por sus hijos menores, para lo que también tienen servicio de ludoteca. «A través de los niños también vamos enganchando a las madres», explicó Prieto, porque en ocasiones están «muy encerradas en casa», admitió y «puede haber mujeres que lleven once años en España y no sepan nada de español», reconoció.

La «sensibilización» de jornadas como la que hoy acaba en el Musac y la «educación» son para la organización «las principales armas» para lograr la integración del colectivo y acabar con esa doble discriminación que sufren las mujeres migrantes. «Tenemos que empezar a aprender y educarnos en convivir con otras culturas», reivindicó Prieto haciendo referencia a que en la actualidad «se está perdiendo el espíritu solidario» a favor de «una sociedad más egoísta».

Además, Prieto defendió que «hay que actuar tanto con hombres como en mujeres» para acabar con esas desigualdades en el colectivo, a pesar de que desde la organización los programas están orientados a ellas.

Este miércoles, las Jornadas Mujeres Inmigrantes continúan con la visibilización de los matrimonios forzosos de la mano de la responsable del proyecto ‘No acepto’, Beatriz Lázaro. Además, se analizarán las dimensiones familiares de la inmigración en España con temas como los matrimonios poligámicos o el derecho a reagrupación familiar, antes de concluir las jornadas.

Erradicar la mutilación genital femenina en 2030

Uno de los riesgos a los que se enfrentan las mujeres migrantes es la mutilación genital femenina, un práctica que se sigue llevando a cabo en algunas comunidades del continente africano y que trata de combatirse de manera global. Ana Rosa Alcalde, directora de Alianza por la Solidaridad, fue la encargada de analizar este martes en el marco de las XII Jornadas organizadas por la Fundación de Familias Monoparentales Isadora Duncan el contexto actual y las políticas con las que en la actualidad se trata de erradicar.

Porque, como aseguró Alcalde, a pesar de que «parece un tema lejano» no lo es tanto y 300 millones de mujeres en el mundo han sufrido la mutilación genital femenina, muchas de las cuales han vivido también procesos migratorios a través de los que han llegado a Europa o a España, por lo que «es un tema global y el mundo en el que vivimos hace que cualquier problema sea cercano para todos».

Para luchar contra esta práctica desde la organización que dirige considera necesario que «las mujeres se empoderen y tengan su propia voz» para que se conviertan en sujetos políticos capaces a su vez «de cambiar las propias prácticas y costumbres de sus comunidades».

Por otra parte, Alcalde explicó que existe el compromiso internacional de erradicar la mutilación genital femenina en el marco de los objetivos de desarrollo sostenible previsto para el año 2030 y las organizaciones civiles trabajan de forma local y «con líderes religiosos, profesionales sanitarios o mujeres ancianas que muchas veces son las que trasmiten esa tradición» para conseguir acabar con una práctica prohibida en muchos países como España.

A pesar de la evolución en la desaparición de la mutilación genital femenina queda «mucho por hacer» ya que enlas últimas tres décadas la prevalencia apenas ha bajado de un 50% a un 39%, por lo que «es un ritmo lento y demuestra que hacen falta muchísimos más recursos y más compromiso político» para llegar a eliminarla.

Teniendo en cuenta el contexto actual, Alcalde lamentó que «la gente cree que los problemas por los que tiene que luchar son los que directamente le afectan» y se está produciendo «una vuelta a muchos esencialismos vinculados a la cultura o a la religión que pueden volver a dar legitimidad a estas prácticas», por lo que existe un marco «adverso» en el objetivo de erradicar la mutilación genital femenina en 2030.

Además destacó que es una práctica penada en España y que se persigue también fuera de nuestras fronteras si las afectadas son mujeres con nacionalidad española o residentes en el país o quien lo practique tenga una de esas dos características.

Por último recordó que la mutilación genital femenina supone poner en riesgo la vida de las mujeres que la sufren, en la mayoría de ocasiones niñas. Tradicionalmente, eran las mujeres mayores de la comunidad las que la practicaban «como forma de transmitir la identidad femenina», una situación que ha ido cambiando «como reacción a la prohibición» en algunos países, donde llega a ser practicado por sanitarios.
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