jorge-frances.jpg

Morir por carta

29/04/2021
 Actualizado a 29/04/2021
Guardar
La carta de Edmundo Bal suena a despedida. Si las encuestas aciertan la próxima vez que escriba esta columna Ciudadanos también habrá desaparecido de la Asamblea de Madrid. En la recta final de la campaña (y quizá de Ciudadanos) proponen un documento a los otros candidatos que compromete a rechazar cualquier tipo de violencia, venga de donde venga. Es decir, una carta para rubricar las normas elementales de una democracia. Podría haber incluido Bal alguna evidencia más como prometer la libertad de voto, que en los colegios haya papeletas de todos los partidos o garantizar que respetarán el recuento. Perogrulladas democráticas para llamar la atención como el bebé que llora cuando los padres miran. Sin embargo, algo huele a podrido en esta España si, aunque sea para reivindicarse, hay que poner por escrito avales para la paz social y la concordia.

Es cierto que Ciudadanos llegó para defender lo obvio y quizá esta misiva inútil sea tan solo un último regreso al origen, al útero catalán donde luchó el derecho a sentirse español en Cataluña y no ser maltratado por la presión independentista. Sin embargo, la carta de Bal al resto de candidatos es algo tan innecesario que explica parte de las razones por las que los de Arrimadas se extinguen de las instituciones cada vez que se abren las urnas. Ciudadanos se ha convertido en un partido ineficaz, una bisagra en el aire en mitad del campo de batalla de la polarización y el revanchismo.

Desaparecieron las cartas románticas con perfume y las misivas de amistad que eran conversaciones con elipsis y cortesía parlamentaria. Se van extinguiendo hasta los sobres opacos de la burocracia. Ya sólo certifican evidencias y dan credibilidad a las amenazas. Cartas con sangre y balas porque las amenazas en redes sociales son tantas y tan rutinarias que ni siquiera se consideran amenazas. Para presumir de morir o intimidar con matar, que el papel todo lo aguanta, han quedado las cartas.
Lo más leído