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Mociones a destiempo

11/03/2021
 Actualizado a 11/03/2021
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Rezaba aquella cita de Víctor Hugo convertida en lema electoral del viejo Ciudadanos que «no hay nada más poderoso que una idea a la que le ha llegado su tiempo». Supongo que en letras naranjas sobre fondo blanco o en letras blancas sobre fondo naranja sigue adornando las paredes de las sedes del partido. Es solo parte de la herencia infructuosa de Albert Rivera, igual que quien mantiene en el salón nostálgicas figuras feas solo porque se las regaló la abuela. Esa oportunidad del momento a la que se refería Víctor Hugo es lo que hace ya tiempo que perdió Ciudadanos en una carrera hacia la autodestrucción, quizá inevitable.

A Ciudadanos lo único que le faltaba era convertirse en un socio desleal capaz de romper a capricho sus pactos en operaciones orquestadas desde la dirección nacional. Es el último paso que demuestra cómo el partido que ilusionó con la regeneración ha ido cumpliendo el guion más perverso de la vieja política. El terremoto de vengativas mociones de censura en Murcia, Madrid y Castilla y León marca su descomposición definitiva por desesperado y extemporáneo. Ciudadanos debió propiciar más cambios (para eso le votaron muchos de los que después se han sentido traicionados) en el momento adecuado para materializarlos que fue en la negociación de gobiernos locales y autonómicos. Desmontar ahora lo pactado a mitad de una legislatura, una pandemia, con la recuperación económica en juego y tras el enésimo desmentido es una irresponsabilidad histórica.

El drama en Castilla y León vuelve a ser que su futuro se decida desde Madrid como sucediera en junio de 2019. La tragedia es que quien se convertiría en nuevo presidente de la Junta tan solo haya mostrado disposición porque ya confesó el socialista Luis Tudanca, si no mentía, que no estaba negociando con nadie. Esperar para gobernar, eso ya lo hizo Alfonso Fernández Mañueco. No hay nada más poderoso que una ocurrencia a destiempo.
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