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Mixomatosis, el morro

12/04/2021
 Actualizado a 12/04/2021
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Estamos introduciendo en la Valduerna conejos del Condado y no es ninguna metáfora. De momento, no hay más datos que resaltar que la buena adaptación del sujeto macho, denominado Julio –en la esperanza de que su descendencia se aproxime a la del famoso cantante–, a las nuevas condiciones ambientales. Todavía no lo hemos juntado con las hembras, pero esperamos que tenga mejor recibimiento que sus predecesores, oriundos todos de esas faldas del Teleno, que la novedad del extranjero agrade a las conejas. No tiene mucha ciencia la cuestión, al menos en la superficie.

En ‘La familia que no podía dormir’, el periodista estadounidense D.T. Max, relata la tragedia de un clan italiano que padece una extraña enfermedad que causa un insomnio que lleva a la muerte. El propio Max padece una patología neuromuscular sobre la que se sabe muy poco. Buena parte del libro se dedica a los priones, proteínas mal plegadas, responsables, entre otras, de la encefalopatía espongiforme bovina (EEB) o enfermedad de las vacas locas. Una de las tesis de libro es que parte de estas enfermedades que han saltado a los humanos –seguro que algo han leído desde hace un año– son consecuencia directa de su acción por la transformación de los entornos, los cruces genéticos o la alimentación del ganado.

Al buen pormeño que ha criado a Julio, el morro, la mixomatosis –otra fuerza desatada por el hombre–, sí le quitó algunas horas de sueño durante unos años en los que no funcionaban ni las mosquiteras, ni las vacunas, ni el suero, ni nada, amén del riesgo que puede suponer.

Comparando sobre estas cuestiones con la situación actual, así en general, surgen solas las metáforas. O eso espero, que haya más de metáfora que de ciencia en imaginar nuevas mixomatosis, por más que sea evidente el mucho morro que hay hoy en lo más alto de la cadena trófica.
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