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‘Ministéricos’ en León

14/06/2020
 Actualizado a 14/06/2020
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Ahora que estamos por recuperar el turismo perdido con la pandemia, la publicidad de la buena lo es todo. A medio plazo, no habría mejor manera de promocionar León que haciéndole servir de escenario para una serie televisiva. Incluso un solo episodio ya sería de muchísima ayuda si tuviese el poder limpiador (fijador y de dar esplendor) de ‘El Ministerio del Tiempo’. Un capítulo dedicado al parlamentarismo medieval o a una conspiración familiar contra Urraca ‘la Temeraria’ conseguiría que la historia de León resonase para siempre en el imaginario de los ministéricoscon la misma intensidad que los desvelos guerrilleros del Empecinado, los divismos en la Residencia de Estudiantes cuando Lorca y el palpitante puerto del Guadalquivir en la Sevilla barroca.

‘El Ministerio del Tiempo’ funciona como un tiro gracias a que aplica el abono del humor a la semillita que todo espectador español lleva plantada dentro: no la de la envidia, que ya huele, sino la del conocimiento de la historia de nuestro país. Es un despiporre escuchar algunas líneas de guión mientras recuerdas los maniqueísmos sobre el momento histórico y los clichés sobre los personajes que aparecen en pantalla. Aciertan los creadores al evitar la indigestión de los viajes en el tiempo restándole importancia a sus mecanismos. También sin estomagar demasiado dramatizan los problemas de los protagonistas y para colmo le han subido un poco el tono en las últimas temporadas. Aunque antes ya se hacían querer los personajes. Incluso Alonso, el fiero y cándido acartonado, tiene sus momentos. Es glorioso aquel en que ante la horca dice: «puedo morir en paz porque he amado, he defendido a mi país y he visto mundo» (que es una alternativa épica a la más burguesita del árbol, el libro y el hijo).

Este Ministerio protege nuestro presente persiguiendo que la sucesión de grandes momentos históricos suceda como se la conoce y que las mejores obras artísticas se ejecuten como se hizo. El trabajo lo hacen unos funcionarios que dejan el pabellón bien alto, en una impopular ironía para con el lugar común sobre el desempeño de aquellos, que salen bien parados. Y si una serie consigue hacerle eso a la fama de los funcionarios, ¡qué no haría con un León como el nuestro, tan lleno de atributos! No hay nada que no pueda conseguir una serie cuya tribu de fans tiene un sueño húmedo: que les pregunten ante una cámara ¿Cuál es tu ministerio favorito?
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