22/02/2022
 Actualizado a 22/02/2022
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En ocasiones, el tiempo que dedico cada día a escribir lo empleo leyendo libros sobre escritura. Escribo, leo sobre el proceso creativo, sigo escribiendo… Hoy les hablo sobre uno de esos libros: ‘Mientras escribo’, de Stephen King. El autor, con más de cincuenta libros publicados, es maestro en narrativa de terror contemporánea. A pesar de sus reticencias iniciales –«No quería escribir algo que me diera la sensación de ser un charlatán literario o un gilipollas trascendental»– escribe un libro corto –siguiendo la regla 17 de ‘The Elements of Style’: Omitir palabras innecesarias– que pretenden explicar «con brevedad y sencillez mi ingreso en el oficio, lo que he aprendido acerca de él y sus características. Trata del oficio con el que me gano la vida. Trata del lenguaje». Y con la tesis de que «trabajando duro, poniendo empeño y recibiendo la ayuda oportuna sí es posible convertir a un escritor aceptable en un buen escritor».

La segunda parte del libro –‘Escribir’– es la más práctica para quienes tenemos el gusto por la escritura pues da consejos propios basados en su experiencia. «Si quieres ser escritor, lo primero es hacer dos cosas: leer mucho y escribir mucho. No conozco ninguna manera de saltárselas. No he visto ningún atajo». Su programa incluye de cuatro a seis horas diarias toda la semana. La verdadera importancia de leer, dice, es que genera confianza e intimidad con el proceso de escritura; la lectura constante te lleva a un lugar (o estado mental) donde se puede escribir con entusiasmo y sin complejos. Pero, ¿cuánto es mucho? Él, que escribe por las mañanas, le gusta hacer diez páginas al día, es decir, 2000 palabras. Para esto necesita un espacio propio, un ambiente sereno, la puerta cerrada y un objetivo diario concreto. «Escribe lo que quieras, infúndele vida y singularízalo vertiendo tu experiencia personal de la vida, la amistad, las relaciones humanas, el sexo y el trabajo». Para Stephen King todos los relatos y novelas constan de tres partes: «La narración, que hace que la historia se mueva de A a B y por último hasta Z, la descripción, que genera una realidad sensorial para el lector, y el diálogo, que da vida a los personajes a través de sus voces».

Y concluye: «Escribir no es cuestión de ganar dinero, hacerse famoso, ligar mucho ni hacer amistades. Escribir es mágico; es, en la misma medida que cualquier otra arte de creación, el agua de la vida. El agua es gratis. Conque bebe. Bebe y sacia tu sed».
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