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Mi relación con los Durrell

28/05/2021
 Actualizado a 28/05/2021
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Hablemos de escritores. Hablemos de primeros amores literarios y qué sucede con el paso del tiempo. Hablemos de los Durrell –quienes están de moda por una serie–. Mi relación con los Durrell ha sido muy intensa. Empezó con Gerald y continuó con Lawrence. Gerald Durrell fue un naturalista británico que pasó su infancia en el Mediterráneo y escribió libros desternillantes sobre su relación con los animales, entre ellos, ‘Mi familia y otros animales’. Gerald también era el hermano pequeño del célebre escritor Lawrence Durrell.

Cuando tenía 13 años descubrí una revista sobre naturaleza llamada ‘Natura’ –se publicó hasta 2009–. Mi padre, encantado con mis gustos, me la compraba todos los meses. Mientras las otras niñas se peleaban por ‘Superpop’, yo leía sobre Doñana, sobre el lince ibérico o el lobo, el parque Kruger o la selva amazónica. La devoraba de cabo a rabo, con esa pasión que solo pueden tener los fans adolescentes, y guardaba en una carpeta los reportajes que más me gustaban. Hasta que se me ocurrió enviárselos a Gerald Durrell. Lo hice durante años. Estaba convencida de que las maravillas naturales de España –que todos habíamos descubierto con Félix Rodríguez de la Fuente– le convencerían para visitarnos y escribir un libro sobre nuestro país. Ahora me pregunto cómo fui tan naif, claro, y cómo averigüé la dirección de su fundación. ¿Quizá la vi en alguno de sus libros? He de decir que, aunque se demorara, su secretaria siempre me contestaba muy educadamente que había pasado la información a Mr. Durrell, que le parecía muy interesante y me daba las gracias, etc. Yo le escribía en español y ella me contestaba en un inglés que tardaba horas en descifrar –yo estudiaba francés entonces–.

Después llegó la universidad y dejé de interesarme por Gerald y empecé a fijarme en Lawrence. ‘El cuarteto de Alejandría’ y ‘El Quintento de Avignon’ me fascinaron. Más tarde, gracias a mi amor por Chipre, me sumergí en ‘Bitter lemons of Cyprus’, un libro trepidante sobre los antecedentes de la guerra civil en la isla, excolonia británica, donde Lawrence ejerció como una especie de James Bond intelectual, es decir, espía, al Servicio de su Majestad.

Ambos hermanos eran grandísimos escritores. Maestros en el arte de contar historias y con una ironía británica exquisita. Uno, expansivo, arrollador, entregado a la defensa de la naturaleza, Gerald; otro, un brillante y retorcido hijo de puta, Lawrence. Ahora releyéndolos a ambos, me doy cuenta de que, aunque Lawrence se lleve los laureles, es Gerald quien me toca el corazón.
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