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Mi primer amor

21/11/2020
 Actualizado a 21/11/2020
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Porque John Miles quiso comenzar así una de las más hermosas canciones de la historia, pero bien podríamos titular la columna de hoy ‘vivo por ella’ mientras, apurando la taza de café nos dejamos embriagar por las fragantes notas de la sinfonía número cuarenta de Mozart o acaso prefiramos el electrizante grito de la guitarra de Brian May en duelo armónico con la fuerza vital de Freddy Mercury.

Mientras paladean a sorbos ese humeante café déjenme que les cuente una buena noticia acerca de un niño de diez años enfermo al que unos doctores italianos han extirpado con éxito un tumor en la médula espinal esta semana. El asunto, aún cuando tenga su importancia, no tendría mayor calado de no ser porque entre el equipo médico había un biólogo molecular que prestó soporte durante la intervención, tocando el piano. El doctor Roberto Trignani, neurocirujano jefe que practicó la operación, aseguró que constataron que el niño podía sentir la música gracias a su encefalograma. Observaban que cuando la música se interrumpía el gráfico cambiaba. También aseguraron que mientras la música vagaba libremente cuajando de armonías la estancia sanitaria el niño esbozaba una plácida sonrisa.

Si alguna vez han disfrutado de algún concierto en el auditorio Ángel Barja del Conservatorio de León, habrán leído, escrito en el frontispicio sobre el escenario, el siguiente aforismo latino atribuido a Nietzsche: ‘Nulla vita sine música’. El pequeño paciente italiano ha sido testigo de la certeza de tal sentencia.

Porque vivimos sumergidos en constantes bandas sonoras. Rodeados y elevados. A veces recibimos el gran regalo de poder disfrutarla en directo observando cómo los músicos, solemnes y ceremoniosos, ejecutan la pieza con la unción del que realiza uno de los más sagrados ritos. Porque nos une y reedifica. Y es bálsamo que repara heridas y acuna nostalgias. Y porque ha propiciado romances a media luz y sellado despedidas al ritmo lento de baladas que rasgan el alma.

Escuchar una canción, disfrutar de una melodía recuperada, es celebrar la vida con la perenne presencia reconfortante de la amiga fiel que siempre acude a la cita.

Mañana celebramos a su patrona, Santa Cecilia. Felicidades a todos los músicos. En especial a mi tocaya, compañera de columnas y excelente música, a la par que escritora y docente, Marta Muñiz Rueda.

«La música fue mi primer amor. Música del futuro y música del pasado. Vivir sin mi música sería imposible. Porque en este mundo de problemas ella me aleja de ellos».

Háganme caso y escuchen a John Miles o a quien ustedes quieran.
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