02/12/2022
 Actualizado a 02/12/2022
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Escribo estas líneas con cierta prisa, y es que mientras con un ojo y las dos manos intento no fallar ninguna tecla (la técnica del ‘pájaro carpintero’ con la que el tío Ful ha bautizado la mecanografía de Joaquín Revuelta sería de más ayuda en estos casos), con el otro estoy pendiente de lo que hace la selección española contra Japón, que concretamente en este momento en el que se pita el descanso pasa más por evitar el sueño y si acaso alguna patada japonesa a destiempo (poquitas cosas más anticulturales que esta).

Porque comienzo a sentir que este equipo de Luis Enrique es posiblemente con el que más haya empatizado en mi vida, muy por encima de la España que ganó absolutamente todo durante cuatro años seguidos y cerca ya de la Cultural de Rubén de la Barrera que logró el ascenso hace ya demasiados años.

No es por una cuestión futbolística, porque al final lo normal es que este grupo de chavales caiga eliminado más pronto que tarde contra otros equipos que seguramente tengan jugadores más decisivos y con más experiencia. Sin embargo, hacía mucho que no veía a un EQUIPO, así con mayúsculas, como lo es este equipo. Hace 15 días alababa la figura de Luis Enrique (el objetivo de que el director me relevase en esta opinión ya se ha visto que no ha dado resultado), pero lo que no me imaginaba era que dos semanas después mi admiración por este pedazo de ‘babayu’, porque lo es, no haya hecho más que aumentar. Por él, por su forma de ver la vida y de entender el fútbol, pero también por el resto, por los que han ido con el cuchillo entre los dientes a por él sin importarlesmanipular para hacer daño o poner sobre la mesa temas que ni siquiera merecen ser mencionados.

Dicen eso de que los amigos de tus amigos son también los tuyos y en esto pasa algo similar, que te cae bien el que pone nervioso a la gente que está en el lado opuesto.

Así que unos cuantos minutos después de empezar cierro esto con prisa, que esta ‘Luchoneta’ no se va a empujar sola. ¡Aguanten!
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