04/04/2021
 Actualizado a 04/04/2021
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No pasa nada, pero, en ocasiones, tampoco pasa nada si eso pasa. Este pequeño trabalenguas es lo único ingenioso que ha cruzado mi mente en las dos horas que llevo pensando sobre qué escribir estas líneas. Hay días, semanas o meses en los que no sucede nada fuera de lo común o en los que, por el contrario, la realidad es apabullante y nos deja sin apenas palabras. En este caso, coinciden ambas premisas al mismo tiempo. Un eterno bucle de actividades que parecen no tener final se funde con la falta de ocio y descanso que se acentúa cada vez más en nuestras vidas. ¿En qué momento se decidió que teníamos que ser productivos las veinticuatro horas del día? ¿Cuándo nos hemos vuelto incapaces de descansar sin que miles de pensamientos agiten nuestras mentes?

Hoy me está costando rellenar los dos mil cien caracteres de esta columna y quizá necesite un respiro. Me tumbo en el sofá, cierro los ojos y recuerdo. Era la Semana Santa de hace nueve o diez años, había terminado los deberes que me había propuesto para ese día y estaba subida al tejado de una leñera que tenemos en el pueblo. Llevaba una camiseta azul y negra junto con una falda vaquera que se me enganchó en un tornillo del tejado al bajar de un salto. Por suerte, no me ocurrió nada a mí y tampoco a la falda. Al rato vinieron a buscarme mi mejor amiga y su padre para ir a la piscina climatizada. Recuerdo el olor a cloro, las aletas que nos dejaban utilizar en la instalación y todos los juegos que nos inventamos. Abro de nuevo los ojos: estoy en Madrid. Nada es como debería ser.

Se supone que llevo diez días de vacaciones y no he parado ni un solo segundo. Tenía la intención de ser productiva, aunque también la de desconectar y descansar. Finalmente, no he cumplido ninguna de las dos y estoy aún más cansada que cuando empezaron estos días libres. Por suerte, los recuerdos han logrado que estas líneas se completen y que yo me sienta más realizada. Sin duda, la mente no es solo un blanco lienzo sobre el que aparecen y desaparecen ideas inconexas, sino un lugar en el que crear y recrear grandes historias con las que desconectar de una incesante y repetitiva realidad.
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