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Menos lobos, Navarrín

11/04/2016
 Actualizado a 13/09/2019
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El tío Navarro hacía su entrada en el bar, a la anochecida, y comenzaba a contar a los escasos clientes arremolinados alrededor de la estufa de carbón, que acababa de llegar de Villamanín, atravesando la Collada, con medio metro de nieve, y le habían salido doce lobos… ¡Menos lobos, Navarrín! Bueno, serían seis, pero de ahí no bajaban ¡Menos, menos! Serían tres…

Este cronista, andariego por el campo, como Antonio Machado y Claudio Rodríguez (aunque en escala técnica inferior) ha visto lobos en el monte, o cruzando el río, y les aseguro que cuando se paran y se vuelven a mirarte, uno siente eso que se suele llamar «miedo cerval», un latigazo que paraliza nuestro pulso interior y que puede parecerse a la presencia de una enorme serpiente en la vereda, tendida al sol.

No es lo que sienten los cazadores que acuden cada año a nuestra montaña a las subastas. Este año en los ayuntamientos de Lugueros y Puebla de Lillo los lobos a abatir fueron 57 ejemplares que se cotizaron a 3.900 euros, cubriéndose la demanda al completo. La suma, tan sólo por los lobos, y para que se hagan una idea, da para la compra de la mitad del chalet, sin estrenar, que el ex presidente del gobierno Don José Luis Rodríguez Zapatero vende en la ciudad de León.

El tío Navarro se puso a contar un día que había despedazado a un enorme lobo que lo asaltó. Con una mano lo apreté con fuerza la cabeza contra mí, con la otra le saqué la lengua, y con la otra…

Protagonista de infinidad de cuentos de terror, de refranes, de proverbios, de sentencias filosóficas, y de historias que contar, el lobo forma parte sustancial de nuestro devenir rural. Y si la Junta compensara al campesino, de inmediato y sin demasiados trámites burocráticos, por los daños de los lobos a sus reses, y dedicase recursos a atender las carencias de la zona, que son legión, entonces se podría prescindir de estas subastas, y del importe de su recaudación.

Nada que ver con el tío Navarro, el poeta José Antonio Iglesias, en Villamanín, no cruza la Collada sino el legendario bosque de Broceliande, en la Bretaña de la imaginación, y de las leyendas artúricas, y allí sus lobos familiares le inspiran versos de una belleza sin par. Versos que ahora da al lector el entrañable Héctor Escobar en Eolas con el título de ‘Un viento que viene de Ávalon’. «Mi voz es apenas un susurro / entre los rumores nemorosos de Broceliande / pero el canto del grillo o el aullido del lobo desglosan mi baladro».
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