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Mascarillas con alma

31/05/2020
 Actualizado a 31/05/2020
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Miguel Ángel González Rodríguez nació en Ponferrada en 1954, en el barrio de San Ignacio. Estudió magisterio en su ciudad natal y luego se licenció en Historia en Madrid. Se casó con una chica holandesa a la que había conocido en la facultad, y la pareja se instaló en los Países Bajos. Allí su trabajo estaba vinculado a la actividad docente de la embajada española. Poco tiempo después, y durante seis años, fue director de la Casa de España en La Haya. Ese perfil profesional, tan atractivo, sufrió un cambio radical, inesperadamente, y Miguel Ángel dejó el Benelux.

Volvió a España y se introdujo en el mundo empresarial, un ámbito que era completamente nuevo para él. Se instaló en Segovia, donde vive desde mediados de los años noventa y allí lo primero que tuvo que hacer fue reflotar una pequeña empresa fabricante de derivados de la celulosa. Un tiempo después, y gracias a su iniciativa, y a la experiencia que fue adquiriendo, consiguió que en la ciudad castellana se instalara una de las mayores multinacionales del sector, Drylock Technologies. A partir de ahí el berciano se ha ido convirtiendo en uno de los más relevantes profesionales de ese ámbito, como bien recoge la prensa especializada internacional.

Miguel Ángel, aparte de su mérito empresarial, de su versatilidad y entrega, tiene, además un gran sentido ético. Actitud que enriquece su trayectoria y que le convierte en una persona comprometida y muy consciente de la responsabilidad social de las empresas. Y es en el seno de esta actitud humanista, donde se inserta un reciente proyecto solidario que aborda su empresa en colaboración con la Junta de Castilla y León y el Banco de Santander. La tarea de Miguel Ángel es muy valiosa porque, con solo una máquina, su empresa está consiguiendo fabricar dos millones de mascarillas al mes. El proyecto se llama ‘Mascarillas con Alma’. Un empeño que no sería posible sin la determinación de Miguel Ángel y sin su alta preparación, que le ha llevado a triunfar en un mercado altamente competitivo. Miguel Ángel es cordial, discreto, afectuoso, políglota y muy berciano. Es un hombre de gran mérito de esos de los que casi nunca habla la prensa para reconocer su valía. Modestamente contribuyo con estas palabras a ello. También desde el viejo cariño, pues aunque hace veinte años que no, nunca olvidaré la gran amistad que tuvo con mi hermano Carlos, su gracia y su alegría en aquella humilde y carbonífera Ponferrada de los años 70, cuando Miguel Ángel estrenaba su juventud y sus sueños.
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