18/06/2019
 Actualizado a 19/09/2019
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Se llamaban Pilar Gullón, Octavia Iglesias y Olga Pérez Monteserín, y tenían 25, 41 y 23 años respectivamente estas tres enfermeras astorganas de Cruz Roja. Estaban en el puerto de Somiedo para atender a los heridos en octubre de 1936. Pudieron escapar ante el peligro que se avecinaba, pero prefirieron esperar para no dejarlos desatendidos. Ese era su mayor delito, el arriesgar su vida por los demás, junto con ser de Acción Católica y no renegar de sus creencias. Pero el odio es el odio, y más cuando tiene como objetivo la religión, y por eso las milicias republicanas decidieron acabar con ellas. No sin antes haber abusado de ellas durante toda la noche. Sí, ya sabemos que anda por ahí alguna versión de los hechos que los presenta de otra manera. Pero es innegable que las enfermeras sufrieron, antes de morir, un verdadero martirio. En todo caso no hay nada que justifique el asesinato de estas tres buenas mujeres, por mucho que quisiera suavizarse la historia.

Si todo esto es lamentable, mucho más lo es que varias mujeres milicianas se ofrecieran a ejecutarlas. Sabemos también sus nombres. Concretamente las que ejecutaron los disparos se llamaban Evangelina, Dolores y Emilia, dejando sus cuerpos desnudos, tras apropiarse de sus ropas, tendidos en un prado y arrojándolos después a una fosa cavada por dos prisioneros que también fueron ejecutados. Más aun, también fue asesinado el capellán, el médico y los catorce heridos que atendían.

Esto también es memoria histórica y muchos de los tristes acontecimientos de esta época de la historia de España no se explican sin tener en cuenta estas y otras muchas aberraciones. La Iglesia fue objeto de una injusta y cruel persecución. En este caso concreto el hecho de sepultar a las mártires de Somiedo en la Catedral de Astorga ha sido un claro y profético anticipo de la reciente decisión del Papa Francisco de beatificarlas. Nos alegramos sinceramente por ello. Y además nos parece que es un momento muy oportuno, porque en una época de relajamiento moral y enfriamiento religioso necesitamos revivir el testimonio de unas jóvenes ejemplares como estas enfermeras de Cruz Roja. Pero también debería ser una voz de alerta ante la actual persecución religiosa, bastante rancia, que no cesa, en todo el mundo e incluso en España, aunque aquí sea incruenta.

Volviendo a la memoria histórica, no tiene sentido que se trate de imponer por ley la interpretación de la historia y mucho menos que se haga de una manera tan sesgada y parcial.
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