11/05/2021
 Actualizado a 11/05/2021
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Es una película que merece la pena para quien esté interesado en el mundo de las inversiones financieras. Fue nominada al mejor guion original en los Oscar de 2011. Y, aunque no todos los bancos de inversión son malos malísimos, es más que posible que en la crisis económica de 2008 un factor clave fuera la «huida hacia adelante» de alguno de ellos para salvar el propio pellejo.

Contemplamos veinticuatro horas de ocho trabajadores de un poderoso banco de inversión (Lehman Brothers) de lo que sería el inicio de una auténtica tormenta financiera. Cuando se revelan datos que podrían conducir la empresa a la ruina, se desencadena una catarata de decisiones tanto morales como financieras que producen un terremoto en la vida de los implicados en el inminente desastre.

Me parece muy sugerente la trama, que bien podría ser real. Y los diálogos, muy bien desarrollados, con algunas frases míticas que se quedan en la memoria: «No quiero oírlo, cómo crees que he aguantado tanto tiempo aquí»; «No estoy aquí por mi cerebro precisamente, sino porque sé cómo sonará la música esta semana, este mes, este año» (Dice el presidente); «Vendes algo que sabes que no vale nada. Vendes algo que la gente quiere comprar al precio actual del mercado, para sobrevivir»; «Lo que es correcto puede tener múltiples interpretaciones»; «Hay gente que disfruta conduciendo por el camino más largo, quién coño sabe nadie».

Nos presentan a un banco de inversión que, para seguir vivo, se desprende de todos sus activos tóxicos sin escrúpulo, sabiendo que son ‘porquería’. Este es el gran conflicto dramático, porque algunos se resisten, un poco, pues sucumben rápido ante el dinero o la ‘lealtad’. Al fin y al cabo, “solo se trata de dinero”. Y, además, ¿qué es eso de ser buena persona?

Un inversor aprende que es posible que una entidad financiera, a corto plazo, «actúe más por su beneficio» que por el del cliente. En este sentido, es crucial que el inversor se forme y tenga un juicio propio: cada uno somos responsables de nuestro dinero. Deja entrever cómo el sistema se sostiene porque «somos necesarios: los demás quieren lo que nosotros les damos» (ver el documental ‘Oeconomía’). Y plantea la aparente dicotomía entre economía real y financiera –con el diseño de un puente que ahorró miles de horas de tiempo– y que a un inversor le puede hacer reflexionar sobre dónde invertir.
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