Marcos, el niño grande, pelirrojo y bueno

Impresionante manifestación de duelo en Ventosilla en el funeral del joven Marcos, fallecido con tan solo 17 años y después de una larga enfermedad

Fulgencio Fernández
07/08/2018
 Actualizado a 19/09/2019
Marcos, un niño muy grande, falleció con solo 17 años. | L.N.C.
Marcos, un niño muy grande, falleció con solo 17 años. | L.N.C.
Un buen número de chavales, adolescentes, han cambiado la alegría de las fiestas de La Robla, el concierto de Celtas Cortos, por lágrimas nada disimuladas, más bien todo lo contrario. Sentados en bancos, en la acera, en cualquier esquina, miraban el wasap que se iban enviando unos a otros: «Marcos está en coma».

Chavales de toda la ribera del Bernesga, del Torío, compañeros de Marcos en el colegio de Villamanín o el de Pola de Gordón. Amigos de Villamanín, de Ventosilla su pueblo. Sabían que podía pasar, sabían que Marcos estaba mal, veían cuando iban a pasar un rato con él que andaba con dificultad, que le entendían mal… el cruel tumor iba avanzando. Pero los chavales siempre creen que hay una solución, lo preguntaban una y otra vez, se aferraban a su falta de hábito en golpes como éste: «Va a empezar otro tratamiento». Pero el camino del tumor era inexorable.

Y pocas horas después llegó la confirmación de lo peor. Marcos se había ido, el pelirrojo grande y noble había cerrado sus ojos de pillo incorregible , la salsa de todas las reuniones había perdido esa batalla que nadie sabe quién abrió y, mucho menos, por qué le fue a tocar a este chaval que toda la comarca conocía y quería, los de su edad y los mayores. Ayer Aurelio,médico en Madrid,ya jubilado, pelirrojo como Marcos, me pedía por favor: «Escribe algo de este chaval, era extraordinario, con un carácter que contagiaba». Y es que todo el mundo conocía al chaval.

Porque Marcos era un pelirrojo de esos de manual. De los pecosos con cara de pillo, grande, bueno, muy grande, noble, trasto, sonriente, cercano, ingenioso, abierto, simpático, paisanón de cuerpo, niño de alma...

Siendo un niño, aún más que ahora, iba a las extraescolares de dibujo que en el colegio de Villamanín impartía Lolo, quien frecuentemente les preguntaba: «¿Qué dibujamos hoy?» y Jesús rápidamente decía: «Una vaca, pero parda alpina, con los crotales y el número y todo».
- Yo tantas cosas no sé hacer.
Entonces es cuando se levantaba Marcos, decidido hacia el papel del mural y le decía a Lolo: «¡Quítate de ahí! que estáis en el mundo por haber de todo —era muy refranero— verás cómo resuelvo yo».
Y resolvía, claro que sí. Se ponía a mirar al grupo y decía: «A ver Cristian, ven aquí y demuéstrale a Lolo cómo se dibuja una vaca». Y es que Cristian era —lo seguirá siendo— un verdadero fenómeno dibujando y no dejaba en mal lugar la ingeniosa salida de Marcos.

Por eso tantos chavales han ido sufriendo con él. Por eso a tantos mayores se les encogía el alma cuando les contaban lo del chaval, cuando veían que andaba con mucha dificultad, cuando le entendían mal al hablar...
Por eso este lunes era imposible aparcar en Ventosilla. Por eso... Nunca he visto más gente en un entierro. Jamás he estado en medio de tanta gente llorando.

Sinceramente, creo que nunca he contado una muerte más injusta.
Marcos deja un vacío muy cruel, los chavales se aferran al recuerdo de su sonrisa, pero ¿quién se la devuelve a Mar, la madre que se la regaló?
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