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Máquinas de imaginar

24/10/2015
 Actualizado a 17/09/2019
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Morgane Jaudou es una chica morena y delgaducha capaz de subirse por una tela a cinco metros de altura, y ponerse los pies en la cabeza, y saltar desde un trampolín dando una vuelta en el aire antes de caer. Es francesa y acróbata y vive en el Bierzo junto al ponferradino Marcos Rivas, con el que forma el dúo circense Maintomano. Y es que el arte es tan libre que puede ser periférico y hasta gimnástico, y no sólo se da en las grandes capitales, aunque la prensa nacional apenas se percate de ello.

Ambos, Morgane y Rivas, son máquinas de imaginar, y los impulsores de Liricirco romántico, un espectáculo que se estrenó el pasado sábado en el Teatro Bergidum de Ponferrada y que mezcla la música del Romanticismo con las acrobacias circenses.

Es de lo mejor que he visto últimamente. Una gozada para los adultos, que nos reímos con ganas, y para los niños, que saltaban como pulgas en sus asientos. «¡Hala, qué pasada!», decía uno delante de mí al ver cómo una de las artistas giraba un hula hoop en cada pierna mientras estaba boca abajo.

Hay que hablar, y mucho, de estos artistas que, a pesar de las zancadillas, suponen casi un 3% del PIB, si es que alguien necesita una justificación económica para la belleza. Estas máquinas de imaginar son tan necesarias como siempre, y más necesarias que nunca, igual que las máquinas de pensar: los filósofos.


Si nos guillotinan el arte y nos sacan la filosofía de las aulas, igual es porque quieren que nos quedemos sólo en máquinas y punto. Sin imaginación ni ideas, no hay protesta.

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