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Mañueco y la capnomancia

19/08/2021
 Actualizado a 19/08/2021
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Fue el presidente Alfonso Fernández Mañueco al puesto de mando del desolador incendio de Navalacruz, en Ávila, y se hizo unas fotos a lo Pedro Sánchez en helicóptero cuando visita inundaciones. Mañueco y sus hombres organizando el dispositivo de extinción para controlar la tragedia negra. Tras la reunión y el paseo por los montes calcinados el presidente de la Junta de Castilla y León hizo capnomancia con los restos de los arbustos anunciando una reflexión para llegar mejor y antes a los incendios que vendrán porque el fuego, como la muerte, regresa siempre. Esa adivinación del futuro mirando cenizas es un ritual antiguo que ha rescatado el salmantino para la autocrítica. Aunque solo había que haber querido escuchar a los ganaderos, agricultores, al anciano que se sienta cada tarde en el poyo de su puerta o a los agentes forestales. Todos llevan años advirtiendo de lo que un día, y fue hoy, sucedería en alguna parte, y fue aquí. «Con todo el bosque descuidado, como prenda una chispa esto no hay quien lo pare», dicen al serano cada agosto.

Este incendio, el más enorme en décadas, es la demostración de las consecuencias del abandono del mundo rural. Cuando no quedan pastores y no pastan los rebaños, cuando no hay cultivos ni por qué limpiar el monte, cuando los habitantes que sobreviven arrastran las cachavas y el paisaje es para turistas el fuego se extiende sin control y sin obstáculos desde la primera llama. Los pueblos protegían el bosque, el páramo y los montes que les daban sustento en una simbiosis imprescindible para mantener el equilibrio forestal y cinegético. Sin población nadie vigila ni cuida el territorio. Por eso en las cenizas ve Mañueco la urgencia de potenciar la prevención y la protección de nuestro legado natural. Todo el año y no solo en verano. Con más profesionales y menos voluntarios. Aunque para Navalacruz sea tarde, ojalá en su ceniza germine algo de esperanza.
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