06/03/2015
 Actualizado a 19/09/2019
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Acabo de leer un truño de 500 y pico páginas, de título ‘Por qué manda occidente, por ahora’. Lo escribió un inglés, pero un inglés de los que ejercen. El tipo quiere explicar porque occidente está, socialmente, sobre todo, por encima de China. Y digo sólo China porque para él el Índico no existe. Ni media palabra sobre las culturas indias, que existieron casi al mismo tiempo que los chinos. Y, para él, occidente, sobre todo desde el Renacimiento en adelante, es Gran Bretaña y Francia, aunque menos.

Uno, como español, tiene una espinita clavada en lo más profundo del hígado. España no existe para el autor. Utiliza el eufemismo ‘los habsburgo’, para referirse a la época en que España ‘mandaba’ algo en el mundo. Usa todos los tópicos que siempre se han usado para denigrar a este país: la inquisición, el robo sistemático de las riquezas del nuevo mundo, la iglesia, como autora del retraso secular... Murió más gente a manos de la Santa Inquisición en Francia, Italia o Alemania que aquí; pero, ¡ay hermano!, que mal hemos vendido la jugada.

Es cierto que trajimos de América miles y miles de kilos de oro y de plata. Pero, seguramente por el furor prostático que padecemos, nos mezclamos con los nativos y, a la vez, mantuvimos un sustrato indígena enorme en muchas de las actuales naciones americanas.

Los ingleses, muy mirados ellos, arrasaron todo lo que pillaron; les mataron y no por el intercambio de virus y de bacterias, sino por el fusil y la espada. Ellos, y sus sucesores, los hijos del ‘gran padre blanco’, aniquilaron a un pueblo, los indios de Norteamérica, porque querían sus tierras. Mataron a hombres, mujeres y niños, sin importarles nada, sin tener ningún remordimiento.

Eliminaron a uno de los dos pueblos, (el otro son los nativos de Australia, que también diezmaron), que vivían en absoluta unión con la naturaleza, y se quedaron tan panchos. Y eso de hacer ayuntamiento con ellos, ¡por Dios!, hasta ahí podíamos llegar.

Y, si nos ponemos a comparar, la iglesia de la reforma era bastante más carca que la católica de aquí. Los adventistas, los anabaptistas, los luteranos, los calvinistas y todos los demás, mataban por ideas. Los católicos, al final, lo hacemos, históricamente, por dinero. No hay color. Matar es malo, pero, puestos a escoger, lo peor es hacerlo por quitar de en medio a quien no piense como tu.

Pero somos españoles, que le vamos a hacer. Hace ochenta años, en nuestra guerra incivil, murieron más de medio millón de personas. En las guerras civiles que siguieron a la Segunda Guerra mundial, en Grecia, Italia, Francia o en el centro y en el este de Europa, cayeron como moscas, pero como moscas..., pero eso no da glamour, no da empaque, no da libros y libros contando que hijo de tal era Franco o que asesinos eran Largo y Carrillo, el de Paracuellos; todo, claro, según la ideología del autor que juntase las letras. Al final, somos como somos.

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