07/01/2023
 Actualizado a 07/01/2023
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Acaban de visitarnos Melchor, Gaspar y Baltasar, a quienes siempre hemos considerado reyes, aunque la Biblia solo afirma que son magos. Hemos sido nosotros los que nos hemos empeñado en engrandecer una historia ya enorme de por sí. Vengan de donde vengan, mejor magos que reyes. ¿Quién puede necesitar algo más teniendo la magia en sus manos?

Espero que les hayan dejado muchas cosas, sobre todo a los niños de corazón puro, que no abundan tanto como antes, pues la tecnología ha envilecido parte de la infancia, no cabe duda, pero seguro que la ilusión no ha muerto, porque la niñez la lleva siempre prendida, aunque sea con alfileres. Nosotros, los adultos, también esperamos algo esa noche y muchas más. El ser humano es así, aunque se niegue a reconocerlo, aunque afirme no querer saber nada del mundo, estar de vuelta de todo, haber perdido la confianza en sus semejantes, en el fondo espera, es así su naturaleza, anhelante de nacimiento. Si lo diéramos todo por sentado o por perdido, seguir respirando sería una condena, a no ser que hubiésemos aprendido a amarnos en exceso a nosotros mismos.

¿Y qué esperamos? Con los años lo material se declara en decadencia, unos calcetines, una bufanda, un perfume o un ordenador no nos cambia el rostro aún en modo ‘imperturbable’. No nos mueve lo material el corazón. Nuestra ilusión habita más en la resistencia de los sueños, en la voluntad férrea que invita a ese niño que aún somos a salir volando hasta la superficie, aunque fuerzas centrífugas lo arrastren hacia el núcleo de la tierra. Tom Robbins dijo: «La lógica sólo le da al hombre lo que necesita. La magia le da lo que quiere». Ese es mi deseo y así se lo susurré a Melchor, que este 2023 nos invada la alegría como una fuerza subterránea, como un motor poderoso, una alegría de cascabelito lindo, de vivir con alas, porque es urgente, no puede esperar. La necesitamos.
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