06/01/2021
 Actualizado a 06/01/2021
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Acaba la Navidad y en muchas casas aún seguirá unos días más dando vueltas la bandeja con cuatro dulces contados que piden clemencia después de haber sufrido el desprecio de los comensales durante los últimos quince días. Ahí agonizan un rosco de vino, un polvorón de limón y un par de mazapanes que no corrieron tan buena suerte como los almendrados y los empiñonados.

Rara vez pasó eso en mi casa. En ella no hay dulce que amargue y mucho menos desde que la bandeja en estas fechas se llena de todas las tentaciones que salen del obrador de Carlos, un pastelero de esos que se ha hecho a sí mismo no sin esfuerzo y sacrificio. Ayer mismo trabajaba a destajo en el obrador de la Confitería Magnolia, ese lugar en el que han transcurrido los últimos 38 años de su vida. Allí encontró la alquimia de unas rosquillas de San Froilán que no tienen igual. También consiguió la fórmula de unos roscones de Reyes que cada año por estas fechas le quitan de las manos. Allí, entre masas, montones de docenas de huevos y sacos de harina y azúcar fue viendo crecer a unos hijos que nunca se amilanaron por tener que meter las manos en la masa cuando más lo necesitaba su padre. Y allí Rosi, su mujer, detrás del mostrador, siempre al pie del cañón. Esta será su última Navidad endulzando la vida de todos los leoneses que les han dejado en las últimas cuatro décadas entrar en su casa para contribuir a esa felicidad que también ha tenido forma de bandas de hojaldre, pastas de té y bombones. Siempre me cuenta Carlos, no sin un toque de emoción, cómo empezó a endulzar a los leoneses de la mano de sus padres, Isabel y Carlos, siendo tan solo un niño. Junto a ellos recorrió la ciudad de León con un carro vendiendo helados. Ahora ya llega la merecida jubilación y con ella cierran una etapa personal y, posiblemente, una generacional, pues no sé si dentro de 40 años serán muchos los que, como él, puedan decir que se han podido dedicar a hacer lo que más les gusta y en el mismo lugar, convirtiendo a los clientes en familia y conquistando hasta el último momento nuevos paladares. Dicen Carlos y Rosi que el placer de todos estos años ha sido suyo y se lo agradecemos, pero hay que reconocerles que no, que en realidad el placer ha sido nuestro...
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