23/12/2017
 Actualizado a 17/09/2019
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Gastamos unos tiempos en los que lucir los galones ante el prójimo junto al postureo habitual de nuestra querida ciudad, es ya más que una tendencia. Vender el éxito, ser alguien importante, que te reserven la mejor mesa del restaurante de moda o ir a un bar de copas y que el camarero te llame por tu nombre de pila a muchos ‘les da la vida’, de la misma manera que si ello no sucede la frustración va llenándoles a muchos la mochila. Conozco yo a varios que se han metido en la cama más de un día por este motivo.

Vivimos muy deprisa. A veces vamos tan rápido que no tenemos tiempo de fijarnos en las cosas que nos rodean, las pequeñas y las no tan pequeñas. Digo yo que este será el motivo por el que muchas veces no entendamos que haya quienes, en un momento de su vida, abandonen desinteresadamente, asuntos, proyectos e inquietudes para que otros tengamos una vida mejor. Esta sociedad tan moderna y tan titulada para algunas cosas y tan retrógrada y ‘fata’ para otras, aún tiene varios asuntos pendientes que no ha abordado, por la velocidad y la mentira que llevamos encima.

Que en pleno siglo XXI una mujer preparada, o no tanto, decida hacer un paréntesis para trabajar en casa y cuidar a su bebé durante sus primeros años de vida, es aún hoy, en ciertos sectores, un gran pecado. Dedicar unos años de tu vida a un ser recién nacido es cuestionado por ciertas personas que no consiguen comprender que la vida son etapas. Gentes que no entienden que incluso alguien que ha estudiado (¡Manos a cabeza!), decida quedarse en casa arropando y educando a su hijo. Imagino que dan por hecho que todo lo estudiado se esfumará y que la madre no se apeará nunca del chándal y el forro polar.

La sociedad es tan perruna y tan de cara a la galería que criticamos sin piedad a quien emplea un tiempo de su vida, en algunos casos hasta comprometer un futuro prometedor, por criar a sus hijos, pero solemos mirar para otro lado si a tu niño lo cuida una ‘nanny’ o asiste al centro infantil desde madrugadores hasta casi la noche. León sufre una gran despoblación y estamos hartos de oír que la ciudad se está convirtiendo en un geriátrico, donde, por cierto, cada vez nace menos gente, pero tener hijos y cuidarlos está mal visto. Lo aprendido no se olvida, la vida es muy larga y las circunstancias de cada casa son las que son, ya que hay situaciones en los que no queda más remedio que ponerse todos a trabajar para poder vivir, por eso no quiero hacer juicios tan a la ligera. Solo les diré que en su día mi madre hizo el esfuerzo, hoy lo hace por Dimas la madre en apuros, y desde aquí les doy las gracias a las dos.
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