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Luis Medina y el ejemplo

15/04/2022
 Actualizado a 15/04/2022
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Circunspectos y altivos, así se presentaron los hermanos Medina en la redacción de ‘Vanity Fair’ hace once años. Protagonizaron una entrevista estrella en 2011. Esa entrevista costó sangre, sudor y lágrimas. Costó convencerlos para que posaran, costó convencerlos para que hablaran. Rafael y Luis, en aquel entonces treintañeros, eran celebridades desde niños. No solo por su madre Naty Abascal, también por su padre, el duque de Feria, Rafael Medina y Fernández de Córdoba. ¿Por qué teníamos esa obsesión por entrevistarlos? Digamos que su historia contaba con todos los ingredientes: aristocracia, belleza y glamour, por un lado; y dolor, drama y sordidez, por otro. Una madre modelo de alta costura y un padre pederasta, que pasó cinco años en la cárcel y se suicidó a los 59 años en el Palacio de Pilates de Sevilla.

Los hermanos Medina aceptaron, les venía bien para su imagen salir en una revista de prestigio con un grandísimo fotógrafo estadounidense. Las fotos resultaron espectaculares. Dos efebos recostados sobre la hierba vestidos de caza, como en una pintura barroca. Sin embargo, en la entrevista, acostumbrados a las superficialidades del papel ‘couché’, se negaron a profundizar en ningún tema. Habían dado su palabra, pero su palabra, enseguida nos dimos cuenta, no valía mucho. Finalmente accedieron a venir a la redacción, y allí contestaron a regañadientes las preguntas más escabrosas.

La sensación que me transmitió Luis fue de oscuridad, de negrura. Su hermano Rafael parecía más sensato. Pero ambos habitaban un mundo irreal. Descendientes de una antigua familia venida a menos, criados entre palacios, educados en internados en el extranjero. Habían vivido inmersos en el esplendor. El de la aristocracia y el de los amigos de Naty, Valentino, Oscar de la Renta, Carolina Herrera. El problema era que los Medina no tenían el mismo nivel económico que la gente que les rodeaba. Pero aspiraban a ello. El problema era que fueron educados en unos valores, cuanto menos, endebles: orgullo de sangre y amor por el lujo. El problema con lo que ha sucedido ahora, con los seis millones en comisiones que supuestamente se ha llevado Luis por traficar con material sanitario en el peor momento de la pandemia, cuando médicos y enfermeros se morían por no tener EPIS ni mascarillas ni nada, el problema es que estoy segura de que Luis no considera que haya hecho nada malo. ¿Qué es hacer algo malo? ¿Estafar al Estado que, a su vez, te fríe a impuestos? Si no me lo llevo yo, ese dinero se lo llevará otro, ¿no? (Un pensamiento que, estamos viendo, se les ha ocurrido a muchos más). El problema es el ejemplo que da un personaje público, el ejemplo de bajeza moral.
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