10/11/2015
 Actualizado a 08/09/2019
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Las indiscutibles cualidades como gestor económico del ex ecónomo de la diócesis de Astorga le llevaron a las más altas instancias económicas de la Santa Sede para ayudar primero al Papa Benedicto y después a Francisco a luchar contra la innegable corrupción de las mafias que se han infiltrado en el Vaticano, y que tanto les ha venido preocupando.

Se trata de una misión difícil e ingrata y no es extraño que Don Ángel tuviera que llevar escolta y le salieran muchos y peligrosos enemigos. Quienes le conocemos de cerca no podemos dejar de reconocer su enorme valía, aunque también sus puntos débiles. Tal vez uno de ellos sea el no saber administrar el silencio en medio de unas gentes expertas en ello.

Independientemente de la gravedad de la presunta revelación de grandes secretos, aunque algunos de ellos sean secretos a voces, lo que se pone en evidencia es la existencia de la corrupción y el deseo del Papa de erradicarla. Por supuesto que a quienes más debe preocupar es a los corruptos. Tampoco es ningún secreto que éstos se la tienen jurada al ex ecónomo de Astorga. Indudablemente todo esto da pie al escándalo y a las críticas a la Iglesia, ya que muchos aprovechan para atacarla.

No podemos negar que la irrupción de la noticia en principio produce una sensación de escándalo, pero, analizada más fríamente, puede verse de otra manera y es de esperar que el tiempo aclare las cosas y las ponga en su sitio. La realidad no siempre coincide con el sensacionalismo con el que se presenta. Quienes conocemos a Don Ángel sabemos de sus innegables fortalezas y cualidades y también de sus debilidades.

Estas no deberían ensombrecer a las primeras. Concedamos que el fin no justifica los medios y que no se debe cometer un delito para atajar otro delito, pero no es menos cierta la frase bíblica de «la verdad os hará libres». Nos consta que hay quienes, tras envidiar la brillante carrera de Lucio Ángel, se alegran ahora mezquinamente de su desventura. En todo caso, pese a todos sus fallos, es mucho lo que la Iglesia tiene que agradecerle. El tiempo será testigo.
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