Luchadores en el camino de la esperanza

Un diagnóstico de cáncer supone un enorme impacto en los afectados y sus familias / El libro 'Tú también puedes' recopila historias de pacientes que han recuperado la sonrisa

N. González
17/01/2016
 Actualizado a 18/09/2019
Sara Braña, Emeterio Chico, Alfredo Manuel Pérez y Concepción Blanco, algunos de los testimonios de 'Tú también puedes'.
Sara Braña, Emeterio Chico, Alfredo Manuel Pérez y Concepción Blanco, algunos de los testimonios de 'Tú también puedes'.
¿Cómo superar un cáncer? ¿Cómo afrontar el enorme impacto emocional que supone? ¿Cómo mantener la esperanza y animar a nuestros familiares? Las preguntas se acumulan cuando se sale de la consulta del médico con un diagnóstico de este tipo. Cada uno debe encontrar sus respuestas, pero ayuda saber qué se han encontrado otros en ese difícil camino hacia la curación. El libro Tú también puedes, presentado estasemana en Ponferrada, recopila varios testimonios de pacientes que han logrado recuperar la sonrisa.

El periodista Miguel Ángel Blanco, de Televisión de Ponferrada, ha recopilado las historias de estas personas con las que ha viajado «por difícil sendero del miedo, para corroborar que siempre hay lugar para la esperanza».

Son historias que sus protagonistas narran con su propia voz y que se convierten en reflejo de aquellos que están viviendo una situación similar.

Además de los testimonios de los pacientes, se incorpora información aportada por diversos profesionales sanitarios sobre el cáncer. Entre ellos, Ángel Alonso Martínez, biólogo molecular del cáncer; Serafín de Abajo Olea, médico e investigador y presidente de la Asociación contra el Cáncer en León, o los oncólogos Andrés García Palomo y Beatriz Carnero López. Ellos, junto al psicólogo José Antonio Pérez de Abajo o al especialista en Nutrición Emilio Blanco, enseñan cómo entender y afrontar el cáncer en todos sus diversos aspectos: desde los tratamientos a la adaptación psicológica a la nueva situación, de los alimentos más beneficiosos para esta etapa a qué efectos secundarios se pueden esperar tras la curación.

Bailando en la oscuridad


Sara Braña a veces se pone zapatillas de ballet y, como en la película de Lars von Trier, baila en la oscuridad. Sara es ciega a causa de un cáncer de retinoblastomabilateral y recuerda perfectamente el día en que entró en la negrura: tenía cinco años y estaba jugando con varios muñecos en la casa de su abuela, en el Bierzo. «La última imagen que recuerdo fue la de Michael Jackson en el vídeo Thriller, así tal cual. Lo recuerdo perfectamente, los colores y lo que me atraía el movimiento de aquel vídeo», dice.

Antes de esta oscuridad total, muy parecida a la que conocía su padre en el interior de la mina, ya tenía detrás una historia de hospitales y operaciones que había comenzado a los 28 días de su nacimiento, cuando le diagnosticaron la enfermedad.

Era 1985 y el suyo fue el único caso ese año en España. A partir de ahí, viajes a Madrid primero y a Barcelona después, siempre en busca de una solución. Una infancia marcada por el quirófano, la radioterapia y la quimioterapia, y algunos intentos que no consiguieron volver a encender la luz para Sara.

Pero la vida siguió, y Sara inició sus estudios, comenzó Magisterio por Inglés en la Universidad de León y, cuando la acabó, siguió con Educación Especial, y después con Psicopedagogía. Ahora está pendiente de terminar su cuarta carrera: Filología Hispánica.

«Tú decides cómo interpretas lo que te pasa en base a lo que te han enseñado, lo que has vivido y tus propias experiencias. La batalla se puede ganar principalmente en el cerebro», dice Sara. «La enfermedad es el principio de una etapa donde prima lo profundo sobre lo superficial», asegura.

Más dura que la mina


«Aférrate a la vida», dice Emeterio Chico. Eso es lo principal para superar un diagnóstico de cáncer y vencer a la enfermedad. Emeterio tenía 31 años cuando le encontraron un tumor en el testículo izquierdo. Se lo descubrió él mismo, en el pozo de la mina en la que trabajaba como basculador. A 750 metros de profundidad notó un dolor que le duró toda la jornada. De repente, el pozo se volvió más oscuro.

Pero lo operaron y, aunque parecía que todo había terminado, después le detectaron varios ganglios linfáticos afectados a la altura del riñón. Era una operación muy complicada y era la primera vez que se hacía en el Hospital del Bierzo. Emeterio pasó mucho miedo y no dejaba de pensar en su hija, de tres años en ese momento, y en su mujer.

«Yo sentí que me moría y que después de la operación ya no iba a volver a despertarme», recuerda.

Pero, después de cinco horas, abrió los ojos y el mundo seguía donde lo había dejado. Después llegó la quimioterapia y la pérdida del pelo, pero lo peor había pasado. O eso creía. «Perdí el miedo a los prejuicios, a las preocupaciones o a situaciones económicas. Te aferras a la vida. Me convertí realmente en un Juan sin Miedo», dice.

Pero once años después, en 2012, regresó al médico de cabecera por un aumento de tamaño en el testículo derecho. De nuevo, era un tumor. «Pensé que por qué me tenía que tocar otra vez a mí», dice. Volvieron a operarle en el Hospital del Bierzo y regresó a la quimioterapia. Todo salió bien. «Quiero decir, después del miedo que pasé, que sí se puede superar. La palabra cáncer para mí antes de sufrirlo era muerte, ya no», asegura. «Durante todo tu proceso debes prepararte para el aprendizaje: la cura física y la emocional. Debes ser parte activa, no sólo un paciente. En buena medida, ahí radica el cambio que necesitas para superar el miedo», asegura Emeterio.

Los ‘rayos UVA’ de la radioterapia


«Gané», asegura Vanesa Rodríguez. Y quiere decir, claro, que le ganó la partida al cáncer. Que lo venció y le echó mucho arrojo en esa batalla que comenzó cuando le diagnosticaron un linfoma de Hodgkin. Pero hasta llegar a esa victoria, hubo un camino muy difícil.

«En las primeras semanas la idea que rondaba mi cabeza siempre era la misma: por qué yo, por qué me ha tocado a mí, yo no he hecho nada. Era como un mantra después de la mala sorpresa».

Estaba entre las más jóvenes en la sala de quimioterapia. Llegaba allí con los cascos de música e intentaba dormir, pero era difícil, por los nervios. Pero poco a poco iba mejorando. «Creo que mi optimismo hizo mucho en mi favor. La familia y las amistades me ayudaron enormemente en mi estado emocional», asegura esta maragata.

También se sometía a radioterapia. «Yo decía en broma: voy a tomar unos rayos UVA». Cuando se le cayó el pelo fue «un trauma bastante grande», recuerda, pero lo superó. «Me ponía pañuelos y lo hacía a modo de turbante, porque la parte trasera de mi pelo no había caído. Pero a los dos meses comenzó a salir otra vez».

Llegó el día en que le dijeronque estaba curada, «maravilloso, una sensación indescriptible», y a partir de ahí un proceso de reflexión sobre todo lo que había ocurrido. «Yo siempre pensé: tengo derecho a la vida, y luché por ella».















Apagando fuegos interiores


Alfredo Manuel Pérez se encontró, un día, una «lentejita» en el cuello. A los dos años creció hasta convertirse en un «garbanzo» y fue al médico. Le dijeron que no era maligno, que estaba encapsulado, pero empezaron las molestias. Finalmente fue a operarse al otorrino y le quitaron la cadena ganglionar del cuello. Durante la operación, le encontraron una dureza en las anginas y tuvo que volver al quirófano.

«Fue después de aquello cuando comenzó el calvario de la enfermedad», recuerda Alfredo. La quimioterapia y la radioterapia, que hizo que su boca ‘se quemara’. «Es curioso, yo que soy bombero tuve que quemarme», ironiza.
Este bombero ponferradino aún tiene secuelas, pero logró superar su carcinoma con metástasis cervical y volver a apagar fuegos, después de sofocar los interiores. Durante el proceso ha aprendido mucho y cree que su experiencia le puede servir a las personas que están en la misma situación.

«Hay que evitar estar solo y llevar tu cabeza donde no tiene que ir. Quería buscar la normalidad», recuerda. «La enfermedad te cambia. Muchas cosas las valoras de otra forma, comienzas a pensar mucho en ti».

Alfredo llevaba una vida sana, era deportista, se encargaba del fútbol base de la Ponferradina y trabajaba de bombero. La enfermedad pareció cambiarlo todo, pero pudo volver a sus aficiones y a su trabajo, y lanza un mensaje positivo: «Cada persona debe sentirse feliz a su manera. Cuidar la vida, ésa es una de las claves. Piensa: esto no va a acabar conmigo, voy yo a acabar con ello».

El apoyo de la AECC


Concepción Blanco, presidenta de la Asociación Española contra el Cáncer en el Bierzo, es una mujer siempre activa que conoce muy bien lo que es pasar por la experiencia de un proceso oncológico. A ella la diagnosticaron en 1978. Después de operarse, inició su recuperación y normalizó su vida. Pero, ocho años después, sufrió una recaída.

«Todavía recuerdo aquel fatídico miércoles en el que mi médico me indica que de nuevo tengo cáncer y que lo mejor es el tratamiento quirúrgico inmediato». Al lunes siguiente, ya estaba en el quirófano. «No voy a decir que todo fue fácil, porque no es así: hubo altibajos, momentos buenos y otros que no lo fueron tanto. Pienso que para salir del pozo lo mejor es ser positivo, cuidarse».

Por eso recuerda a todos los afectados la labor que la asociación desarrolla en el Bierzo, gracias al apoyo de voluntarios y profesionales. «Contamos en el Hospital del Bierzo con una Unidad de Primer Impacto que intenta ayudar y dar apoyo al paciente y a su familia inmediatamente después de ser diagnósticado», apunta. También tienen una psicóloga y voluntarios, que están ahí para ayudar a los pacientes que están en tratamiento con quimioterapia o ingresados en el Servicio de Oncología. La asociación organiza además charlas con expertos y realiza actividades para recaudar fondos, como una cena benéfica el primer viernes de marzo o un desfile de moda en octubre.

«A pacientes, familiares y amigos les digo: contactad con la AECC, la asociación siempre tiene los brazos abiertos».

Con la música a esta parte


«Si dejas que te apague la mala noticia, lo que te mata es el apagón y no la enfermedad. Si estás mal y encima estás deprimido, el cuerpo no responde igual».

A Rafael Valtuille le detectaron en 2009 un cáncer de pulmón. Cuatro años antes le habían encontrado un cáncer a su mujer, que había vivido dos años más. «Creo que su vida salvó la mía. Al año de haber fallecido ella, comencé a sentir unas molestias respiratorias fuertes. Había dejado de fumar en 2005, pero comenzaron esas molestias. Fui al médico y, tras hacerme una radiografía, me dijo que no había nada. Mi familia creía que era que yo tenía a mi mujer en la cabeza y aquello me hacía sufrir».

Pero era un cáncer y, ese mismo verano, le operaron en Salamanca. El día antes había estado en una fiesta en Cabañas Raras. «Pensé siempre que lo que tuviera que venir que venga, pero yo voy a seguir pasándomelo en grande todo el tiempo que me quede. No quería vivir amargado».

La operación fue bien y «en una semana ya me fui a una verbena, porque quería disfrutar de la vida». Su pasión por la música y el baile le ayudó durante la quimioterapia. «Los fines de semana seguía con los bailes y mi diversión. El ánimo ayuda en la recuperación».
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