Los trece de San Cristóbal

Trece leoneses fueron muertos a tiros tras haberse sumado a la famosa huida de presos de la fortaleza de San Cristóbal (Pamplona), el 22 de mayo de 1938

José Luis Gavilanes
13/10/2019
 Actualizado a 13/10/2019
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El mismo número que la fatídica y luctuosa suerte de las ‘Trece Rosas’ (trece jóvenes mujeres fusiladas el 6 de agosto de 1939 en las tapias de LaAlmudena madrileña, ultrajadas recientemente en los Desayunos de TVE por el ultraderechista de Vox Javier Ortega Smith bajo la infame mentira de que fueron ejecutadas por «asesinar, violar y torturar vilmente», cuando lo fueron, según sentencia, por «adhesión a la rebelión»), trece leoneses fueron muertos a tiros tras haberse sumado a la famosa huida de presos de la fortaleza convertida en prisión de San Cristóbal (Pamplona), el 22 de mayo de 1938.

En 1938 había en la prisión de San Cristóbal 2.487 personas de distintas provincias, recluidas en su mayoría por ser dirigentes políticos y sindicales republicanos. Todos ellos estaban hacinados en condiciones infrahumanas: humedad, frío, hambre e higiene, habiendo constancia de la muerte por este estado de 305 presos contabilizados desde el 1 de enero de 1937 al 6 de julio de 1945 fecha del cierre definitivo del penal.

Esta fuga de presidiarios –la mayor en número de un penal que se conoce hasta ahora en la historia de la humanidad–, fue preparada por una treintena de presos que utilizaron el esperanto como lengua para comunicarse y no ser entendidos por los demás. La operación se hizo un domingo a la hora de la cena y por sorpresa, tras arrebatar la pistola a uno de los guardianes y aprovechar la rebaja de soldados por ser día festivo. De estos que custodiaban la prisión, sólo uno murió a golpe de martillo por enfrentarse al grupo de sublevados. El resto de la guardia se rindió sin ofrecer resistencia. La operación y total control del centro penitenciario tan solo duró media hora, tras de la cual quedó abierta la puerta de la prisión de par en par a todos aquellos que quisieran abandonarla. Para desgracia de los que decidieron huir –de cuya fuga sólo se hubiesen percatado varias horas después con el relevo de la guardia–, un corneta que volvía de Pamplona percibió lo que estaba pasando y bajó en seguida a la ciudad a dar la voz de alarma. Además, el falangista Ángel Alcázar de Velasco, encerrado también en San Cristóbal, (cumplía cadena perpetua tras los sucesos de abril de 1937 en Salamanca, en que hubo dos muertes por enfrentamiento entre hedillistas y franquistas), corrió también monte abajo para avisar de la fuga.

Cuando los camiones de los militares seacercaron hacia el fuerte, equipados conpotentes reflectores, hubo presos que desistieron y retornaron a la prisión. Se contabilizaron 795 fugados, todos ellos mal vestidos y calzados, desnutridos y con escasas armas para defenderse y, lo que es peor, en desbandada sin ningún plan de fuga organizado. Inmediatamente se puso en acción la cacería. El mismo día 23 de mayo se detuvo a 259 de los evadidos. El 24 ya eran 445. El último fue capturado tres meses después,

Sólo tres fugados de los 795 consiguieron pasar la frontera francesa. El salmantino de Villar del Ciervo, Valentín Lorenzo Bajo, de 37 años, regresó luego a Barcelona, para morir exiliado en Burdeos en 1986. El segoviano de Dehesa Mayor, José Marino Sanz, de 22 años, regresó a Barcelona y se instaló tras el final de la guerra civil en Puebla (México) donde murió en 1963. Por último, el leonés de Santa Marina del Sil, Jovino Fernández González, de 30 años, regresó a Barcelona y murió exiliado en Decazville (Francia) en 1995 (para saber más sobre él, vid. Fulgencio Fernández «Sonaron unos tiros, gritaron ¡a la calle! y yo corrí, corri», La Nueva Crónica, 3 de junio de 2018).

En total fueron detenidos 585 reclusos. Se identificaron 187 cadáveres a los que hay que añadir 20 muertos sin identificar. Aunque la mayor parte pereció en Ezcabarte, que es la cara norte del monte donde está situado el fuerte, la mayoría está registrada en Ansoáin. De los capturados, 17 fueron sometidos a juicio acusados de ser los cabecillas, uno de ellos fue internado en el manicomio de Pamplona y 4 fueron condenados a muerte. El mencionado delator Ángel Alcázar de Velasco vio reducida su pena a solo dos años. Era de origen gitano conocido como el ‘gitanito’ de Madrid. De origen muy humilde, realizó labores de novillero, limpiabotas, periodista y espía. Se unió a la Falange nada más fundarse y asegura en sus memorias que su primer acto en política fue asesinar a un oficial de policía republicano. Propuso el asesinato de Franco, resentido por la maniobra de fundir Falange con los Tradicionalistas, y tras su libertad se haría espía de los nazis y de los japoneses durante la Segunda Guerra Mundial. Entre sus libros publicados destaca ‘La gran fuga’, relativo al episodio de San Cristóbal. Era natural de Mondejar y murió en Galapagar a los 92 años. Todo un personaje.

También se vieron beneficiados por colaborar con la autoridad carcelaria unos 60 internos. Entre ellos, se encontraba Salvador Ferrer Culubret (Gerona 1902-1985), que ejerció en León como inspector de primera enseñanza. Militante de Unión Republicana y segundo presidente del Ateneo Obrero de León, fue acusado por las autoridades rebeldes de pertenecer a la Institución Libre de Enseñanza y a la Asociación de Amigos de la Unión Soviética. Un consejo de guerra le condenó a reclusión perpetua, siendo destinado a San Cristóbal.

De los 795 fugados, 64 eran leoneses de distintos pueblos de la provincia. Como ya se ha dicho, trece resultaron muertos en la huida. Sus nombres son los siguientes: Agustín Andrés Carnicero, de 19 años (Armunia); Leandro Casado Tabares, 49 años (Villacedré); Hermenegildo Díez Mateos, 50 años (Puente Castro); Maurilio Fernández Lavandera, 34 años (Quintana de Raneros); Julio García Fernández, 22 años (Valderas); Román Martínez Gorgojo, 38 años (Valencia de Don Juan); Argimiro Martínez Hidalgo, 20 años (Oteruelo); Ceferino Pedraza Prado, 32 años (Sahagún); Epifanio Prieto Alonso, 28 años (Quintanilla-¿Cebanico?); Timoteo Turienzo González, 26 años (algún pueblo de La Cabrera); Manuel Velasco Alonso, 22 años (Valderas); Aurelio Villa Lainza, 38 años (San Andrés del Rabanedo) y Leodegario Viñayo Gutiérrez, 21 años (Villarroquel).
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