Los pobres tienen sus códigos

La última página de LNC con la firma de Fulgencio Fernández, que pone la letra, y Mauricio Peña, que se encarga de la foto

Fulgencio Fernández y Mauricio Peña
21/04/2020
 Actualizado a 21/04/2020
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Hubo cierto revuelo ante una reciente iniciativa de contar la vida de los pobres en la calle en estos días de calles vacías. Se argumentaba que, al menos algunos, podían acceder a beneficios, a techo, a... pero no hacen nada.

Recordé una vieja anécdota. Tuve el privilegio de entablar amistad con el que fue el pobre más famoso de León, Joaquín El Barbas, para unos, o el del Banco de Bilbao, donde se sentaba, para muchos. Quise dar un paso más, arreglarle papeles, que cobrara una pensión que entonces no se llamaba asistencial y todo iba bien, hasta que tuve que preguntarle si tenía carnet o si me acompañaba a gestionarlo. Miró hacia otro lado y me retiró el saludo. Pregunté al hermano José Luis, del Hogar del Transeúnte, un santo civil, y fue muy escueto: «Son sus códigos, hay que respetarlos». Y tuvo que interceder para recuperar la amistad, pero sin preguntas molestas ni consejos no pedidos.

Un recordado banquero leonés, no bancario, tenía la ambición de invitar a desayunar a otro pobre famoso en el centro de la ciudad. No lo aceptó jamás, pese a que día tras día lo volvía a intentar, pero siempre veía cómo el pobre miraba hacia otro lado.

Son sus códigos, amigo, no todo va a ser el mercado.
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