Los personajes del tío Ful: Soraya, ganadera y apicultora

Nació y creció en Madrid, trabajó en oficios muy diversos hasta que necesitó libertad y tiempo para criar a sus hijas; y encontró ambos en el oficio más leonés: la ganadería

Fulgencio Fernández y Laura Pastoriza
24/04/2021
 Actualizado a 24/04/2021
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Mientras escribo esta página a unos pocos metros, en la cuadra de un vecino, Soraya Martínez cierra el trato para comprar un toro "asturiano de los valles" para su ganadería en Quintanilla de Bobia, a unos cuantos kilómetros. Ella es la que trata, regatea y cierra. «Es que la ganadería es mía, la ganadera soy yo y yo decido. Es cierto que al principio había algunos ganaderos, no todos, es cierto, que no querían hacer tratos conmigo, preguntaban por mi marido y cosas así».

- Se podría decir que te manejas como si llevaras toda la vida en esto.

- Pues te equivocarías, pues solo llevo cinco años; nací y crecí en Madrid y aunque imagino que los abuelos o bisabuelos tendrían ganado, pues eran de estas montañas de León, yo no las vi en mi vida... hasta que me puse a ello después de trabajar de casi todo: de administrativa, teleoperadora, con una ambulancia...

- ¿Y cómo fue ese momento de decidir ser ganadera?

- A ver. Me casé con un leonés y llevábamos 15 años viviendo en Quintanilla, pero no teníamos ganado. Yo quería ser madre, y lo fui, pero quería estar con mis hijas, verlas crecer, hacer los deberes con ellas y, además, me apetecía mucho trabajar para mí, en definitiva, ser libre. Y la ganadería es esclava y está como está, pero esas cosas te las da. Y me lancé.
Y también puse colmenas, tengo alrededor de 400.

- Acabas de comprar un toro para tener vacas de la raza asturiana de los valles.

- Sí. Las 70 que tengo son limusinas y me apetece probar, investigar, a ver cómo salen. Yo soy mucho de eso, de probar.

En ello está. Disfrutando –se le nota– de ser ganadera, de la vida en un pueblo de apenas una decena de habitantes, dondepesca, hace los deberes con Nayara y Mireya, las lleva a las actividades extraescolares antes de dejarlas que la acompañen al monte a ver las vacas, con sus varas...

Otra vida. La que la madrileña Soraya buscó... y encontró.
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