Los personajes del tío Ful: Sebi, Sebito, el del Montecarlo

Empezó en el oficio con 10 años, en el histórico Universal, y trabajó en otros lugares pero siempre será Sebi 'el del Montecarlo', un lugar hecho a su medida y la de sus clientes

Fulgencio Fernández y Laura Pastoriza
08/05/2021
 Actualizado a 08/05/2021
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Hace unos días aparecía en la última página de los lunes, con fotos en blanco y negro, una con tres camareros de uno de los históricos establecimientos de León, el Universal. El del centro era todavía un niño, llamado Eusebio Núñez, con el tiempo otro histórico de la hostelería leonesa: Sebi o Sebito, depende de quien lo diga, «el del Montecarlo».

- Eras un niño en aquella foto y ya trabajando.
- Tendría nueve o, como mucho, diez años y ahí estaba yo, ya trabajando, en el Universal que era de un pariente mío y allí aguanté hasta que se cerró, al pariente mío le gustaba mucho la fiesta, la timba...
- ¿Sebi, Sebito, Eusebio?
- Depende. La verdad es que Eusebio me lo llama muy poca gente, en las cosas oficiales; en el Montecarlo me llamaban Sebi casi todos pero había un grupo –el de Julio Llamazares, Berrueta, Avelino, Manolo Cerebro, Tacho, Modoso y aquellos– que les dio por llamarme Sebito y mucha otra gente pasó a llamarme así; me da igual, casi te diría que me gusta porque esas cosas lo único que ponen de manifiesto es que logré lo que yo creo que es el único secreto de la hostelería, hacer de los clientes amigos. Para mí eso era sagrado, cuando veía entrar por la puerta a gente que merece la pena pensaba, éste no se me escapa.

Después del Universal y antes de los casi 40 años del Montecarlo Sebi tuvo el único empleo que no fue en hostelería. «Estuve cuatro o cinco años en Los Benavides, lo dejé porque me llamó un primo para un bar pero con pena, el dueño, don Julio Benavides era una gran persona, el modelo que tuve yo de paisano».

Después llegaron los 39 años en el Montecarlo, los cierres casi al amanecer –«siempre fui muy de la noche»–, las vacaciones en las que siempre aprendía algo: «Yo lo que veía y me gustaba lo traía, ya fuera poner un papel en la taza del water o a hacer cócteles, que aprendí en Cuba, por decir algunos».

Si caminas con Sebito escucharás cada poco un susurro: «Es el del Montecarlo».
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