Los personajes del tío Ful: Mario González, el Jilguerín de Casares

La mina fue su vida y la música llenó su jubilación, empezó con el rabel, que le recordaba su infancia, estudió guitarra en la Escuela de Música y ahora anda enredado con la zanfoña

Fulgencio Fernández y Laura Pastoriza
26/11/2022
 Actualizado a 26/11/2022
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Su infancia son recuerdos de un filandón (hila, dicen en su tierra) en casa de su madre, en su Casares natal, donde las pandereteras y otras mujeres se reunían, hilaban, contaban historias y cantaban canciones al son de la pandereta. El guaje Mario se negaba a ir para la cama, quería seguir escuchando y disfrutando.

Sin embargo, una grave enfermedad sí le mandó para la cama más meses de los que soporta un ‘rapaz’ de la montaña y Mario se agarró a una armónica. "No podía parar quieto y me dijeron mis padres que les pidiera lo que quisiera y dije que una armónica... lo que soplé por aquel instrumento, no paraba de soplar".

Ya llevaba Mario el ritmo y el son de la música tradicional, tanto que recuerda cómo cuando iba al monte con el ganado llevaba un transistor a pilas. "Cuando ponían algo de música tradicional y sonaba un rabel de fondo a mi se me afilaban los oídos, siempre fue un sonido que me llamó mucho la atención; se conoce que lo tenía ahí metido".

Pero no estaba entonces la vida para músicas y Mario encauzó su vida por la mina, una de las salidas más habituales en su Tercia natal. "Primero trabajé en Arbas, con Victorino Alonso ‘el padre’ y después ya entré en La Vasco". En la famosa HVL trabajó unos cuantos años en el interior hasta que "tuve un accidente grave que me tuvo nuevamente de baja y cuando pude volver al trabajo ya no podía ser en interior, estuve en los lavaderos hasta que me prejubilé".

Y ahí apareció la música, que había estado latente tantos años pero había otras ocupaciones que atender. Primero ‘regresó’ aquel rabel que sonaba en el transistor de su infancia, de la mano de los Miguel Ángel —Badeso y García, también Gari y muchas horas de ensayo, de tocar, de hacer sus propios rabeles... "Fui entonando poco a poco y creo que no se me da mal. Después fui a guitarra a la Escuela de Música de La Robla y toco el bajo y últimamente me he metido por la zanfoña, que voy a clase a Oviedo. Me gusta el aparato".

Pues que se rinda la zanfoña, que cuando al Jilguerín...
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