Los personajes del tío Ful: Florencio, el del molino de La Roma

Lleva el nombre de su abuelo, una leyenda de la lucha leonesa y molinero en el famoso Molino de la Roma. Ha heredados las dos pasiones, y las defiendea

Fulgencio Fernández
03/07/2021
 Actualizado a 03/07/2021
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Florencio Díaz, del Molino de la Roma. Nada más que tiene ocasión te lo dice pues en esta breve descripción biográfica están los dos rasgos familiares de los que más orgullo siente: haber sido molinero y ser nieto de una de las primeras leyendas de la lucha leonesa, el Molinero de Garrafe, uno de los primeros campeones provinciales de la historia pese a que ya superaba los cuarenta años cuando se comenzó a celebrar esta veterana competición, en 1931. «El abuelo había nacido en 1890», recuerda Florencio ‘nieto’.

Aunque nació en Matallana de Torío, por circunstancias familiares, su infancia se desarrolló en el molino del abuelo, uno de los más famosos e importantes de la época: el molino de La Roma. «Tengo grabado en la memoria el trasiego que había en el molino; los carros que llegaban y salían, la gente que venía a moler y que unos pagaban en dinero y otros con la famosa maquila; es decir, dejando un pequeño porcentaje del grano que habían traído a moler». Y va recordando y describiendo cada una de las piezas del molino que aún se conservan en el viejo edificio, mientras mira por la ventana y ve las presas, la vega, los caminos por los que llegaban primero los carros y después ya los primeros camiones.

Florencio trabajó en el molino familiar. Recorrió los parajes cercanos, hasta la Sobarriba, ya era un joven muy fuerte que seguía los pasos de la sangre, también en los corros de lucha. «Estaba empezando, me daban algunas lomadas guapas, recuerdo una vez que me cogió Nano Urdiales... yo lo vi calvo y me despistó. Uf».

Pero los molinos iban bajando. «Los últimos años tuvimos la suerte de servir harina para los caballos del Ejército, de Sementales, pero ya no era lo mismo». Y emigró a Suiza, donde estuvo un par de décadas. «Trabajé bastante allí, pero no me fue mal, no me arrepiento. Lo único que siento es que no pude acudir a los corros de lucha. Y mira que fueron buenos aquellos años».
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