Los personajes del tío Ful: Benito Gómez, de El Faisán Dorado

Lacianiego e hijo del carbón, que lo cambió por la cocina. Uno de los nombres imprescindibles y uno de los pioneros del buen hacer que siguió a su época. Un paisano con las ideas claras

Fulgencio Fernández y Laura Pastoriza
28/08/2021
 Actualizado a 28/08/2021
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Tener un vecino —Benito— que fue cocinero siempre viene bien; tener dos —Benito y Pili— que son tan buena gente se convierte en un privilegio y te ayuda, además, a entender muchas de las cosas que pasan, como ese boom de la cocina, los cocineros... "Mira, seamos sinceros, en la cocina hace cuarenta años que no se inventa nada, no hay ningún plato que se pueda llamar nuevo, con su nombre, como la paella... el único misterio es la materia prima y la capacidad adquisitiva; a León no llegaba esta nueva cocina porque no había mucha gente con capacidad para pagarla y la batalla era dar de comer mucho y barato".

Y en ese ambiente llega con otra propuesta Benito a El Faisán Dorado, más de veinte años —"durante mucho tiempo fui el único restaurante sin menú del día"— pero sólo era el último paso de una larga carrera en la que había pasado por las cocinas de unos cuantos históricos de la gastronomía leonesa con especial recuerdo para sus años en El Conde Luna. "Fue una gran escuela de cocina", recuerda, a la vez que no se olvida de reconocer a los maestros que allí tuvo antes de ser él el maestro, 10 años como Jefe de cocina.

Curiosamente se podría decir que este histórico y pionero de la cocina leonesa llegó a ella casi por casualidad, pues su destino parecía otro. "La verdad es que sí, debería ser la mina pues soy lacianiego e hijo de un minero que falleció muy joven en ella. Pero no pude entrar en la MSP y no fui minero".

Muy joven marchó a buscarse la vida en la Costa Brava donde le ofrecieron ser pinche de cocina. "Yo no sabía lo que era una zanahoria pero cuando me dijeron el sueldo pregunté: ¿Cuándo empiezo? Así llegué a la cocina".

La mili le trajo de regreso a León. Un día fue a dejar el petate y entró en un bar, el Manacor, que regentaban Mino y Benigna, los padres de Pili. "Allí comenzó una feliz historia que aún sigue, más de 50 años después. El Faisán no se puede entender sin Pilar, ella estaba atenta a todo, desde recibir al cliente a cobrar... todo".

Ahora se entiende todo.
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