Los perros románticos

Bruno Marcos comenta el diario y una casete de David García Casado que ha publicado la editorial Manual de Ultramarinos

Bruno Marcos
24/05/2017
 Actualizado a 18/09/2019
Fotografía neoyorquina. | DAVID GARCÍA CASADO
Fotografía neoyorquina. | DAVID GARCÍA CASADO
"Lo mejor de Latinoamérica son sus suicidas". Lo escribió Roberto Bolaño en un durísimo texto sobre su continente y sobre su país, Chile, en el que de una forma demoledora, con la lucidez que da ser un perdedor absoluto, repasa no sólo la literatura aquella sino todo un mundo del cual un exiliado como él, que no estuviera loco de soledad, no tendría siquiera nostalgia.

Algo parecido podríamos decir nosotros de nuestra ciudad sin ponernos tan trágicos pero igual de pesimistas: «Lo mejor nuestro son los que se han ido». La larga lista de los del éxodo atraviesa generaciones y lo que sorprende es su nostalgia, como de tango, nostalgia de la miseria. Algunos escritores y artistas y músicos de la diáspora se empeñan en recrear cosas de aquí, en situar sus poemas, canciones o novelas en estas calles, incluso en mitificar una ciudad que les ignora. Claro, que eso se va a acabar porque los artistas, los escritores de hoy ya no añoran las estaciones provinciales o su pueblo, ya no idealizan una infancia precaria, son tan contemporáneos como los de Madrid, París o Berlín, no se han formado como los de antes en un seminario del que, a última hora, escaparon o en el más solitario autodidactismo. Los escritores de hoy, la nueva literatura leonesa se va para no volver.

David García Casado se fue a Nueva York no se sabe muy bien por qué, algunos dirán que porque le dio la gana, otros que por amor y los que mejor le conocen piensan que buscaba un escenario a la altura de sus sueños. Efectivamente León sólo está a la altura de los recuerdos, de los recuerdos de un sitio donde soñar.

Ahora le han editado su diario de los primeros días en Nueva York, como no podía ser de otra manera, en la editorial más rara de Europa, Manual de Ultramarinos, una en la que todo es de mentira menos la literatura, que siempre es de verdad. Las primeras páginas de ese diario registran cómo su mirada se arrastra por una ciudad que es un organismo vivo y descomunal. Los rincones más desvalidos se vuelven para David los más elocuentes. Es la ciudad moderna más vieja del mundo, quien la haya visitado habrá tenido quizá la misma extraña sensación que yo tuve, que los auténticos habitantes son los rascacielos. Nueva York, la ciudad imán de todos los sueños del planeta adonde se van la mayoría, lorquianamente, a hacer añicos.

Han acompañado los traperos del tiempo la edición de este diario con la de una cinta de casete con ocho canciones de su heterónimo, David Loss. En ellas la voz del cantante flota entre los ruidos de fondo de la urbe, acompañando la respiración de la ciudad que no duerme. Como editan los ultramarinos sus libros, sobre la pulpa del papel de obras de autores pasados, graban su música sobre casetes con canciones pretéritas. El resultado es desolador y conmueve. Es la voz de los perros románticos como Bolaño, la de los perros románticos de todas las ciudades del mundo a donde se han ido a ladrar y a soñar porque ya no podían hacerlo en las suyas. "Había perdido un país —escribe el chileno— pero había ganado un sueño".

Los ladridos de Manhattan sonarán por unos días en nuestra ciudad, en los descatalogados radiocasetes de no más de una docena de melancólicos. Aquí, en la supuesta ciudad literaria en la que los poetas se mueren de inanición como los perros vagabundos, unos pocos escogidos pondrán en su desfasado aparato musical unas canciones tituladas, no por casualidad, ‘El fin de algo’.

Quién iba a sacar a la luz, aunque escueta, una cosa como esta, tan directamente engendrada hacia lo invisible, sino los ultramarinos traperos del tiempo. Sólo los perros románticos editan a los perros románticos. Ya lo ladró Roberto Bolaño: "Los cobardes no editan a los valientes".
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