"Los mineros asturianos necesitaban secar en León y los leoneses la playa de Gijón"

El profesor Manuel Carbajo recoge en el libro ‘Cachinos de mina’ cuarenta testimonios de gentes de las cuencas mineras de Asturias y la leonesa de Matallana de Torío para dejar constancia en primera persona de muchos aspectos de la cultura minera «que va a desaparecer en diez años». Es ‘el libro del mes’ del MSM

Fulgencio Fernández
05/02/2021
 Actualizado a 05/02/2021
Carbajo recoge testimonios en Asturias y también en Matallana de Torío, como el caso de Gabriel Lucas. | MAURICIO PEÑA
Carbajo recoge testimonios en Asturias y también en Matallana de Torío, como el caso de Gabriel Lucas. | MAURICIO PEÑA
Manuel Carbajo no es minero, pero como si lo fuera pues nació y creció en la cuenca minera de Sama, bebiendo y viviendo la cultura del carbón. «En aquella época Sama, la cuenca de Langreo, era la cuarta potencia industrial de Asturias». Profesor de inglés y aficionado a la bicicleta se dio cuenta de que «cuando salíamos a la carretera era el único que no estaba vinculado a la mina y no entendía su jerga, sus expresiones...». Ahora es consciente de que esa forma de hablar, de expresarse y de vivir, va a acabar en 10 años y se ha decidido a aportar su grano de arena con la publicación de ‘Cachinos de mina’, que recoge 40 testimonios en los que, además de su particular forma de expresarse, hablan de otros muchos aspectos de la vida y la historia de sus pueblos; entre ellos Matallana de Torío.

– ¿Podríamos empezar por un ejemplo de una expresión propia de las cuencas que no signifique lo mismo en otros ámbitos?
–Hay una muy clara y que a mí me gusta especialmente. Cuando iban los mineros a la discoteca, a ligar para entendernos, al intento de hacerlo le llamaban ‘tirar el hacho’ (o el hacha), que otras tierras no se entiende ni significa lo mismo.

–’Cachinos de mina’ es un libro de testimonios en primera persona, no son entrevistas al uso, recoge sus opiniones ‘tal cual’.
–Así es. Y lo he buscado, he quitado las preguntas para fortalecer  sus respuestas, que fluya el diálogo y mi presencia sea testimonial, yo prácticamente no tengo voz, prefiero cedérsela a los verdaderos protagonistas.

–Los cuarenta testimonios no son exclusivamente de mineros, los hay de todo tipo de habitantes de las cuencas mineras.– Claro. Es lo que quiere decir el título, cachinos, trozos que van componiendo la cuenca. Hay 40 testimonios muy variados: Mineros, claro; mujeres de mineros, que son muy importantes; médicos y ATS de la mina; estudiantes a los que le pagó la carrera una beca minera; negocios dependientes de la actividad minera...  – Ha elegido gente de varias cuencas mineras asturianas y también de la leonesa de Matallana de Torío.–Sí, elegí de alguna manera las que me quedan más cercanas, como son las de Langreo, Mieres, o Teverga. Después elegí la de Matallana porque quería que hubiera una de León, para comparar y como tenía una compañera profesora casada allí y me podía presentar gente pues elegí esa comarca, con testimonios de Gabriel Lucas, que tuvo un taller de bicicletas; Efrén, Luis Fernando o José Luis. –Les deja hablar y van abordando una gran cantidad de temas.–Cierto; y con unos puntos de vista muy interesantes. Hablan de casi todo y descubrimos que en la mina hubo violencia, amor, sexo, economía, comidas, bautizos, entierros... –¿Y cómo resultó la comparación?– Pues que son vidas sumamente parecidas, aunque la minería asturiana fuera mayoritariamente pública, de Hunosa, y en León privada. Es muy parecida la penuria del trabajo de la mina. Descubrí que los mineros de un lado y otro de Pajares son muy buena gente, que a fin de cuentas lo que querían era  un jornal decente y tres comidas diarias, por decirlo así. Descubrí que son muy buena gente.  – Llega a decir que los mineros de ambos lados del Pajares son de alguna manera complementarios.
–Me refiero a que ves que son obreros muy parecidos y, a su vez, sus vidas se acaban cruzando. Así encontramos que los mineros asturianos necesitan, por salud, ir a secar a León y los leoneses siempre buscan la playa en Gijón; cada uno tiene lo que le falta al otro, pero nadie les regala nada; no era un capricho, es que con la humedad de la mina necesitaban ese mes para secar los huesos.

–¿Y lo de Santa Hunosa?
–Es una expresión, pero hay que entenderla en su contexto: Hasta los años 80 en Asturias se trabajaba los sábados, en un trabajo durísimo. En los 80 empiezan a quitar un sábado al mes, y le llamaban Santa Hunosa. La lucha minera llevó a quitar dos sábados, nada era un regalo. Las huelgas mineras no eran un capricho, eran por ganar 1000 pesetas más, porque querían botas de seguridad o toallas limpias al salir del pozo.

–¿Algo que le llamara la atención de los testimonios de Matallana de Torío?
– El de los castigos. Resulta que un minero podía llegar al pozo y tenía ‘un castigo’ y le mandaban para casa, sin tener en cuenta que igual había caminado 10 kilómetros y después tenía que andar otros 10 para nada. La vida de la mina era muy dura, pero también antes y después de trabajar.

–¿Cómo ha sido la relación con los leoneses y León?

–Magnífica; tanto por los testimonios como por la agradable sorpresa de que un lugar como el MSM haya elegido ‘Cachinos...’ como Libro del mes.
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