Los grafitos 'hablan' en el Valle del Silencio

La Iglesia de Santiago de Peñalba ofreció a los investigadores un campo abierto con la aparición hace dos décadas de numerosos grafitos en sus muros, ahora llega una importante investigación a cargo de Álvaro Lorenzo Fernández

Fulgencio Fernández
02/12/2019
 Actualizado a 02/12/2019
Inscripción en el coro de la iglesia de Santiago, en Peñalba de Santiago. Fotografía cedida por María Suárez-Inclán.
Inscripción en el coro de la iglesia de Santiago, en Peñalba de Santiago. Fotografía cedida por María Suárez-Inclán.
En la frontera entre los siglos XX y XXI se llevaron a cabo una serie de labores de restauración en el interior de la iglesia de Santiago de Peñalba que, casi por casualidad, sacaron a la luz unos documentos de enorme relevancia. Los muros de esta pequeña joya mozárabe ubicada a escasos 15 kilómetros de Ponferrada escondían numerosos grafitos de época medieval con diversas inscripciones, dibujos y formas. Poco tardó la comunidad científica en poner sus ojos sobre tan preciadas inscripciones, por lo que al punto empezó a generarse abundante bibliografía sobre sus posibles funcionalidades, su datación o sus diversas lecturas, pero, eso sí, sin ofrecer una verdadera edición crítica, filológica y conjunta de todos ellos». Así nos pone en contexto Álvaro Lorenzo Fernández a la hora de ‘justificar’ un importante libro que acaba de ver la luz y del que es autor, el titulado ‘Los grafitos de la iglesia de Santiago de Peñalba’, y que presenta con el subtítulo de «la primera edición crítica, filológica y conjunta de los importantes documentos esgrafiados en los muros de la iglesia de Peñalba de Santiago», en referencia a llegar para cubrir ese vacío al que se refería en el texto inicial y sobre los que señala: «Sus grafitos son valiosos por sí mismos, pero también porque sirven para profundizar en cuestiones interdisciplinares ligadas al mundo medieval leonés».

Señala la editorial —Guillermo Escolar Editor— que «este libro recorre todo el conocimiento histórico, religioso y artístico que la bibliografía del monacato berciano y peñalbés ha generado a lo largo del tiempo: este es el contexto del que emanan las inscripciones, que a su vez nos permiten conocer mejor el mundo medieval en el que surgen. La llamada Tebaida berciana, región sita en la parte superior del valle del Oza, albergó en su día numerosos cenobios y eremitorios, pese a su poco accesible orografía y su difícil clima. Entre sus tesoros sobresale la iglesia de Santiago de Peñalba que, ligada a la importante figura de San Genadio, constituye uno de los espacios más sugerentes a que ha dado lugar la dilatada historia del monacato hispano».

Ya avanza el autor que en esta investigación «no tenemos como objetivo principal en este trabajo el hacer grandes avances en cuanto a la historia de Peñalba de Santiago o a las características arquitectónicas, arqueológicas o artísticas de su iglesia» pero, añade, «con el mismo objetivo de arrojar luz sobre los grafitos, el libro recorre todo el conocimiento histórico, religioso y artístico que la bibliografía del monacato berciano y peñalbés ha generado a lo largo del tiempo: este es el contexto del que emanan las inscripciones, que a su vez nos permiten conocer mejor el mundo medieval en el que surgen.

Un nuevo paso para conocer mejor la historia en sus numerosas vertientes de este lugar cargado de magia, del que ya José Miguel Lorenzo Arribas escribió: «Si una inscripción epigrafiada en piedra grita su mensaje a quien pasa por delante, el humilde grafito susurra a quien lo quiere mirar. No eran tantos los candidatos a poderlo ver en un coro monástico, y menos a descifrarlo, pues estaba escrito y en latín. Pero hoy se multiplica este bisbiseo con el descubrimiento completo de los muchos grafitos que hay en la iglesia de Santiago de Peñalba de ídem, que suma un atractivo más a quienes se quieran perder por el valle del Silencio».

Lorenzo Arribas es, además, de las personas amigas que encontró el autor del libro en su camino de investigador en el Valle del Silencio: «Afortunadamente, he tenido el placer de encontrar en mi camino una gran cantidad de personas siempre dispuestas a poner de su parte para ayudar a que este proyecto saliese adelante. En primer lugar, debo agradecer tanto a Carmina, guardesa de la iglesia de Santiago de Peñalba, como al Espacio Gennadii, a cargo de las visitas técnicas del edificio, que me dieran todas las facilidades que en su mano estuvieron. Tan impagable fue su colaboración como la de aquellas personas que me acompañaron a visitar y fotografiar Peñalba, Sade y Amanda. De la misma manera, destacaré la presta disposición de José Miguel Lorenzo Arribas, que puso a mi disposición sus fotografías y comentarios, así como del profesor José Manuel Floristán Imízcoz de la Universidad Complutense de Madrid
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