jorge-frances.jpg

Los acosos razonables

17/06/2021
 Actualizado a 17/06/2021
Guardar
Cada vez que decida escribir en las redes sociales le recomendaría que haya llorado antes. Que ande bien seco de sensibilidad y empatía. Venir llorado de casa como dijo Irene Montero que había que hacer cuando se acepta ser ministro, o incluso político. La exposición pública ante la jauría anónima ya no entiende de cargos ni responsabilidades y ataca sin piedad a cualquiera que se atreva a participar en esa fiesta gore del insulto. Las redes sociales son como los cuchillos, puedes usarlos para cortar pan o para clavárselo al primero que te lleve la contraria, y tenemos un problema porque estamos normalizando el acoso virtual que termina siendo simple y dramáticamente acoso.

La normalización del acoso es asumir por descontado una tormenta feroz de insultos. Y no pasa nada porque nos repetimos que son cobardes anónimos que desahogan sus inseguridades y ondean su ignorancia en perfiles sin foto de nombres ridículos que recuerdan aquellos primeros correos de Hotmail que tuvimos de adolescentes. Son otros, como los que pisan de más el acelerador en las autovías o cobraron una factura sin IVA. Son otros, siempre otros, aunque cada vez descubro más conocidos empapados de ese lodo de la ira. Normalizamos el acoso cuando catalogamos persecuciones merecidas e injustas, Inquisiciones crueles y condenas necesarias. Estos días vivimos el acoso a la procuradora de Ciudadanos Marta Sanz porque se atrevió a sacar una bandera de España durante el pleno de las Cortes. El PSOE calla. No hace tanto aquella moción de censura inoportuna y estéril terminó en un hostigamiento personal y sin miramientos a la tránsfuga María Montero. Y PP y Ciudadanos enmudecieron. Un silencio cómplice en ambos casos que justifica la caza de brujas. No deberían existir los «acosos razonables» pero se normalizan peligrosamente azuzados por la indigna batalla política. Igual que hay que coger aire al opinar en lo que empiezan a caer las piedras.
Lo más leído