Lo que usted mande, señorita

16/06/2021
 Actualizado a 16/06/2021
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En estos tiempos hemos llegado a un nivel de obediencia debida que tenemos que celebrar obviedades como que un alcalde quiera ser alcalde un rato y decir lo que piensa, que es lo que debe por otra parte, y lo recibimos como un acto de profunda desobediencia a esa cosa medieval que es el señorito, en sus distintas variantes. Es tan inusual que el señorito hizo un gesto y los secuaces se echaron encima del desobediente, le enseñaron los dientes y como los niños enfadados en el patio del colegio le dijeron aquello de «esta te vas a acordar, que mi padre tiene pistola».

Y eso, en lenguaje periodístico, se expresaba con una expresión al uso para estos casos: «Le echaron los mastines», al desobediente. Pero no es justa la expresión —que se nota que es ajena pues aquí dirían embriscar los mastines— pues los mastines no atacan a nadie sin ton ni son, ellos defienden a los suyos, que nunca son los señoritos.

Porque la obediencia, para mastines y todos los perros, es una forma de convivencia. Hasta tal punto que llevada a manos de profesionales se convierte en un verdadero espectáculo cuando hace aquello que le piden, sin atacar a nadie, todo lo contrario. «Lo que usted mande, señorita».

Asunto diferente es el de los callejeros, cuyo mejor elemento de obediencia es el infalible mendrugo de pan: «Lo que usted mande, señorita».

Nada que ver con el señorito que embrisca.
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