sergio-jorgeb.jpg

Lo que nos queda

22/04/2020
 Actualizado a 22/04/2020
Guardar
Todos hemos sido alguna vez expertos en arreglar los problemas del mundo, así que ser presidente del Gobierno es algo innato a cualquier ciudadano, igual que ser seleccionador de fútbol (y por extensión presidente de la Federación y de la LFP), alcalde del pueblo o ciudad donde se vive y el mayor conocedor de toda la cultura del lugar de origen pero también del que se visita. Desde que el español es español, en una barra de bar se ha pontificado sobre cualquier cosa, da igual el asunto que sea, y raro es que haya alguien comedido y diga que no sabe sobre ese asunto. Después llegaron los tertulianos a los medios (y los columnistas, como el que escribe) y se extendió un poco más esa supuesta sabiduría de cualquier materia, algo que las redes sociales lo han universalizado. O democratizado, que es más moderno.

Y cuando pensábamos que era fácil ser también presidente de la autonomía existente y la imaginada, de la provincia y hasta de la comunidad de vecinos, sin olvidar que también enseñamos a la oposición cómo hacer su función, el coronavirus nos brindó la oportunidad de poder extender nuestras ganas de demostrar que no hay conocimiento que se escape a nuestra capacidad para sentar cátedra desde el sofá.

No es que todos nos riéramos de la pandemia cuando estaba en una ciudad lejana de China y después dijéramos sin rubir que lo habíamos advertido con años de antelación, es que somos expertos en epidemiología, medicina, fabricación y compra de material sanitario, análisis de datos e incluso en saber cuándo y dónde se contabilizan todos los afectados por el coronavirus. Lo somos también en detectar los bulos pero además en saber por qué y con qué nos mienten el Gobierno y las multinacionales.

Ahora, por fin, ya solo nos quedan dos cosas por aprender: responsabilidad y sentido común.
Lo más leído