Lo de los festivales

12/07/2019
 Actualizado a 19/09/2019
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Esta semana media España se ha ido de festival. Si no tienen sus redes sociales llenas de gente luciendo pulseras por las que han pagado indecentes cantidades de dinero ni de grupos que en muchos casos ni siquiera conocerán, les felicito, a usted y a su círculo más cercano ya se le ha pasado la tontería.

Hubo un tiempo en el que me reconcomía por dentro el simple hecho de que un festival de música se estuviese celebrando en cualquier parte del mundo y yo no estuviera en él, pasando incluso malos ratos. Ahora lo escribo y me da vergüenza semejante estupidez, pero también es cierto que por entonces apenas tenía mayores preocupaciones que el intentar buscarme la vida para pasar el verano de tienda de campaña en tienda de campaña, cual ardilla cruzando la piel de toro saltando entre árboles. Creo que he estado en todos los grandes festivales de España y en alguno del extranjero y a día de hoy el simple hecho de verme entre 20.000 personas pegando saltos me horroriza.

He visto cosas que no creeríais, desde una lluvia de heces (literalmente) por un error a la hora de limpiar los baños de un festival (que acabó con denuncias), a personas durmiendo sobre mesas de camping bajo un sol abrasador (que acabó con hospitalización), pasando por chorizos colgados de árboles en pleno pedregal de Benicássim (eso acabó con intoxicación). Sudor, calor, alcohol e insalubridad son los ingredientes para echar un buen rato con los amigos hasta cierto momento en el que la vida te lleva a darle la espalda.

Y es que nadie puede decir que la música es el motivo para irte a un festival en el que lo más seguro es que puedas disfrutar de como los que te rodean cantan a capela el ‘Catalina’ de Rosalía, un espectáculo digno de olvidar.
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