De: Dmaster
La tarde estaba tranquila, pero el aire aún vibraba con los ecos de la pelea entre madre e hija que había tenido lugar en la casa de los Aldecoa, una familia de clase media de Madrid. Josefina, la madre, estaba sentada en su despacho, intentando concentrarse en su escritura, pero la tensión del conflicto familiar pesaba sobre ella, como una losa que no podía quitarse de encima.
Había sido una discusión como tantas otras. Josefina, una mujer de mente abierta y progresista, había intentado hablar con su hija sobre la importancia de la educación y la independencia. La joven no quería escuchar. Estaba cansada de las lecciones de su madre, de sus constantes sermones sobre el feminismo y la igualdad de género. Quería vivir su vida a su manera, sin tener que seguir los pasos de su madre.
Josefina suspiró y cerró los ojos. A lo largo de los años, había visto a muchas mujeres jóvenes luchar por su libertad y su derecho a ser tratadas como iguales, y, aunque se había progresado mucho desde su propia juventud, todavía quedaba mucho por hacer. La sociedad española seguía siendo patriarcal, y las mujeres seguían siendo tratadas como ciudadanas de segunda clase.
Josefina no se había rendido. A través de su escritura, había intentado dar voz a las mujeres, a las madres, a las hijas. Sus novelas habían sido un intento de mostrar la realidad de la vida de las mujeres en España, y de transmitir un mensaje de esperanza y empoderamiento.
De repente, la puerta se abrió, y su hija entró en la habitación. Josefina la miró con sorpresa. La joven tenía los ojos hinchados y la mirada apagada. Se sentó frente a su madre y le dijo con voz temblorosa:
- Lo siento, madre. No quería pelear contigo. Solo quiero que me entiendas. Quiero ser libre, ser yo misma.
Josefina la miró con ternura y le dijo:
- Te entiendo, hija. Y quiero que sepas que siempre te apoyaré, sin importar lo que decidas hacer con tu vida. Pero recuerda que la libertad no es solo hacer lo que quieres sino también luchar por lo que es justo y por lo que crees.
La joven asintió y madre e hija se abrazaron. Josefina sabía que la lucha por la igualdad de género era una batalla que nunca terminaría, pero también sabía que era una batalla que valía la pena luchar. Y mientras siguiera escribiendo, mientras siguiera dando voz a las mujeres a través de sus palabras, Josefina Aldecoa estaría contribuyendo a esa lucha, una palabra a la vez.