LNC Cofrade: Monumento

‘Los sillares de una pasión’, de Juan Antonio Cuenca, rinde homenaje a la Semana Santa

Xuasús González
11/03/2023
 Actualizado a 14/03/2023
El monumento fue bendecido el 22 de septiembre de 2022 | ANDRÉS ALBIZU
El monumento fue bendecido el 22 de septiembre de 2022 | ANDRÉS ALBIZU
Pasaban unos minutos de las siete de la tarde del pasado 22 de septiembre de 2022 cuando, en el marco del 33 Encuentro Nacional de Cofradías, Manuel Flaker –consiliario general de la Junta Mayor–, bendecía el monumento con el que la ciudad de León rinde homenaje a su Semana Santa, y que esa misma mañana había sido oficialmente presentado. ‘Los sillares de una pasión’ –que así se denomina– es obra del escultor leonés Juan Antonio Cuenca, a quien el Ayuntamiento se lo había encargado en 2019 y cuya maqueta fue presentada el 25 de marzo de 2021, víspera del Viernes de Dolores.

No era esta la primera propuesta. Ya en 1999 –lo contaba Carlos García Rioja, el año pasado, en estas mismas páginas–, y a petición del entonces alcalde, Mario Amilivia, el imaginero leonés Manuel López Becker presentaba la maqueta de su proyecto: un papón, con el capillo levantado –como se ve en muchas fotografías de la primera mitad del siglo
XX–, apoyado sobre una horqueta. Pero nunca llegó a materializarse. Sí cristalizó, en cambio, la iniciativa de la Asociación La Horqueta: los ‘Papones de Acer@’, siete siluetas de pequeño tamaño –de unos 45 cm de alto– realizados en acero por el escultor leonés Carlos Cuenllas y situados en distintos lugares con ‘sabor’ semanasantero del corazón de la ciudad en el año 2012.

‘Los sillares de una pasión’, que se instaló en el jardín de Correos –tras ser desestimada por la Junta de Castila y León la idea inicial de emplazarse en el entorno de la catedral–, es una escultura que representa a una familia de papones –y alude a la transmisión de la pasión cofrade de generación en generación–, de 1,90x1,27x3,45 m, formada por cinco módulos y construida fundamentalmente con piedra artificial. Y cargada de simbolismo.

Un padre –horqueta en mano, como guiño a la tradición–, una madre y su hijo –con cruz, curvada hacia una esfera superior que idealiza el cielo– caminan hacia delante por una cuesta ascendente que representa el paso del tiempo. Están unidos por tres módulos en forma de prisma –que evoca a la Santísima Trinidad– formando un conjunto que simboliza a su vez nuestra catedral: padre y madre son las torres, y no faltan ni el rosetón, ni el reloj –que marca las ocho, en alusión al infinito– ni un ventanal de arco apuntado. La leyenda en la peana lo deja todo aún más claro: «Por los que fueron, son y serán».



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