03/11/2018
 Actualizado a 15/09/2019
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Hace ya unos cuantos años, cuando la emisora echaba a andar por las ondas leonesas, existía un programa que llevaba por título ‘León, puerto de mar’. Un magazine, como dirían los nuevos entendidos en esto de la radiodifusión, joven, dinámico y muy coral, en el que el conductor, el gran Nacho Arias, iba de piscina en piscina, acercando el maravilloso mundo de la radio a esos lugares donde reinaban las chanclas y la Nivea con mercromina.

Que León es una provincia piscinera no ofrece ninguna duda. Sólo en la capital, entre clubs privados y piscinas municipales, tenemos un gran número, hasta el punto de que pertenecer a una sociedad deportiva es parte de la idiosincrasia de nuestra tierra, hecho este que no ocurre en otras ciudades.

Muchos miles de leoneses (más de los que creen), están apuntados a un club, los hay que incluso hasta están en dos, y si a estos les sumamos los usuarios de las distintas piscinas cubiertas municipales, podemos decir que León no es puerto de mar, de momento.

A propuesta del partido naranja, el Bernesga a su paso por la capital dejará de ser un río triste, de barbos, carpas y patos desahuciados, para convertirse en una piscina fluvial, de referencia en todas las guías de verano, dotada con duchas, solárium, alquiler de hamacas y un pequeño chiringuito donde venderán helados y granizados. ¡Qué tiemble La Cabane de los Monteros!

Hace tiempo, cuando comenzó el ‘run run’ de esta idea, que no pasará a la historia de la política leonesa como una gran aportación por parte de los de la nueva política, me pareció que era de choteo, pero aquí estamos.

De nada sirve que los informes de los técnicos no sean favorables, que existan muchas dudas sobre la calidad del agua o que los de la confederación, que son los que mandan en el río, no lo vean nada claro, eso a la politología le da igual. Aquí tenemos que tener una playa entre el Área 17 y el Puente de San Juan de Dios, y quién sabe si también un rompeolas, un café del mar con mojitos para ver la puesta de sol, un puerto deportivo con tiendas de lujo y pequeños barcos amarrados, con nombres de pueblos y valles, y por supuesto la Cofradía de marineros, con capilla, banda y madrugada del Jueves Santo haciendo estación de penitencia hasta la Catedral.

Mi querido Nacho, esto es como una ‘lluvia de ideas’ de agencia de segunda, sin control alguno, en la que a medida que nos acercamos a las elecciones, muchos invocan a las musas con el riesgo de ser ‘los iluminados’.
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