León apocalíptico (I): La secta del topo

Contraportada de La Nueva Crónica a cargo de Bruno Marcos, uno de los integrantes del 'Retablo de fotógrafos' que aparece en las últimas páginas de La Nueva Crónica este verano

Bruno Marcos
05/07/2018
 Actualizado a 19/09/2019
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El portal era una rejería vieja y los timbres parecían haber dejado de sonar hacía mucho. Nadie contestaba. Vi que el pomo estaba accesible y rompí el cristal de la puerta para girarlo desde fuera. Subí en un ascensor estrecho, de los que se ve que se han puesto mucho después en el hueco de la escalera. No llegaba hasta el ático y tuve que trepar dos tramos más para llegar. Se oían ruidos dentro del piso. Golpeé fuerte pensando que un hombre nacido en los años veinte estaría sordo. Abrió enseguida esperando encontrar a alguien familiar, así que arrimó un poco la puerta al verme. Puse el pie para que no la pudiera cerrar y le coloqué ante la cara el libro abierto. Tragó saliva y todos los músculos de la cara se le fueron abajo. Me cogió del brazo y me metió de un tirón al interior del ático. Me quitó el libro de las manos y me preguntó: “¿Quién es usted?”. “Soy el que tiene el libro”, le contesté dejándome caer en un sofá. “Seguramente —continuó— usted mató y arrebató a mi antecesor esto que ahora tengo en mis manos. Lo que hay aquí es algo muy viejo. Usted lo sabe y quiere sacar dinero de ello, pero, entérese, esto es mucho más que una cosa vieja, esto contiene el secreto más grande de la ciudad. Los mejores cerebros, los hombres más puros de esta longeva urbe se han ido incorporando a esta lista oculta, de siglo en siglo, sin cejar en el empeño de destruir esa lacra, esa falsa belleza de piedra y vidrios que sueña con llegar a los cielos mientras se hunde todo alrededor de ella. Todo lo que en la bimilenaria ciudad nace lo hace pobre para mantenerse a ella, ruina glotona, mole vampírica…¡Y esos indeseables creen que ganan, que su barullo de bellezas triunfa de los siglos y los encumbra…, cuervos, más brujos que religiosos, inquisidores, chamanes, parásitos!¡Cuánto nos hemos reído de ellos! Haciendo misas, conjuros, hasta clavaron el caparazón de una tortuga en lo alto para asegurar que mataron al topo que tiraba la Catedral. ¡Pero qué topo! El topo éramos nosotros, los mejores ciudadanos, infiltrados desde los inicios de la construcción entre los arquitectos y los canteros y los albañiles… Tirábamos cuanto podíamos, lo que se construía de día se derrumbaba por la noche con los oportunos y premeditados fallos en la cimentación. Y no pensaban sino que eran demonios. ¿Cree usted que estamos locos verdad? ¡La secta del topo…! No, nosotros estamos cuerdos y lo conseguiremos, al final caerá. ¿Quién cree que le inyecta el mal de la piedra que la corroe?¿Quién cree que prendió la llama de la techumbre que ardió hace cincuenta años?

(Fragmento de la novela ‘Dakovika’)
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