¿Leer es un acto de rebeldía?

Manu Salamanca
18/10/2019
 Actualizado a 18/10/2019
En mi opinión somos muy pocos los lectores que arriesgamos nuestro reducido tiempo libre en ir desmenuzando páginas enteras de cualquier libro que a la vez despierte en nosotros esa curiosidad por querer escudriñar su contenido que lleno de verdadero sentido, realce y acredite dentro de su fascinante estructura, un verdadero argumento que muy solícito se muestre impaciente de reconocerse sobrevalorado y entre sus trenzados diálogos como en la única y modesta persecución que una detallada narrativa bien dirigida interprete en armonioso paisaje de personajes y tramas ocasionales su variopinta y singular viveza.

Siempre habrá una esperanza para aquel que lee un pobre contenido que deje mucho que desear, por supuesto que no hay nada de malo en querer superarse por cualquier medio racional o sistemático, el problema pudiera residir en el hecho de que encontráramos ciertos testimonios triviales queriendo por ello enseñar verdades superficiales, cuando en realidad se pueden leer historias profundas y muy consecuentes con ese instante imaginado o como la propia realidad que entraña una recomendable carga filosófica real y penetrante.

Leemos sin saber bien si lo entendemos, o por qué lo hacemos, y cuál ha de ser nuestro propósito, como de igual manera someter a buen juicio todo lo que atesoramos y aprendemos, es necesario por tanto definir nuestro temperamento en base a todo aquello que bien pudiéramos imaginar en auxilio de una escritura responsable y decidida, escribir todo aquello que relacionamos más tarde con una cierta clase de pensamiento a nuestra realidad y circunstancias será de vital importancia, como de un serio y comprometedor estimulo adquirido, no os quepa duda..

Ahora bien, una gran mayoría de personas escriben ya sea bien por el hecho de expresar un sentimiento, una emoción, una sensibilidad determinada, en mi opinión la lectura de cualquier libro, artículo o mensaje, recalará siempre en una actividad muy superior a la citada escritura, nuestro lenguaje será insuperable, primordial, es una verdadera hazaña en su consecuente y proverbial materia prima, muy útil y eficaz, sobre todo en la bonita consecución de recrearnos en nuestra obra con suficiente claridad tan extraordinaria que la misma belleza de su grandiosidad pueda alertarnos con minuciosa obtención en la idónea composición que nuestros grandilocuentes razonamientos y/o experiencias resulten beneficiosas, al igual que las mismas herramientas que refinirían como pieza fundamental de un mismo pensamiento lógico y ético y muy personalizado en todo su valiente contexto y continuista desarrollo.

Un sencillo interés por la lectura pasa por tener que entender cuanto se lea, obtendremos por ello un deseo de evolución personal que nos regala su enriquecido léxico.

Debemos embellecernos intelectualmente, como de todas esas páginas de revista científicas, de periódico, incluso de ejemplares de temas específicos importantes que leemos o hemos leído en alguna ocasión, debemos de sentirnos orgullosos de su inmediata comprensión y necesitada meditación, pensad que si no sabemos leer, no sabemos escribir, pero si no sabemos escribir, nunca sabremos pensar con la debida ocurrencia y naturalidad, donde un certero análisis trate de ayudarnos en su imprescindible labor social/intelectual y que un buen lector asuma con propio criterio y plenitud, por tanto nuestro pensamiento siempre se hará lenguaje y estará ligado a nuestra palabra, pero si no tenemos palabras, no tendremos lectura en nuestra desasistida consciencia, ya que ésta se definiría y en términos generales como el conocimiento inmediato que tenemos de nosotros mismos y de nuestros actos, como por supuesto de todo tipo de reflexiones siempre atribuibles a la capacidad que supuestamente reconociéramos incluso en nuestro habitual y conformista entorno, como de juzgar sobre cierta visión un reconocimiento ajustado a derecho.

Es un absurdo el que muchas personas que presumen de escribir no lean para mantener la pureza de lo que escriben.

Después de todo, acaso ¿Leer pudiera ser un acto de rebeldía? ¡Seamos rebeldes; ya!
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