09/05/2022
 Actualizado a 09/05/2022
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El terrorismo capitalista atenta contra las torres gemelas de la Robla, y estrella un avión invisible, valorado en 14 millones de euros, que derriba un símbolo de nuestra tierra abocada al desastre económico desde nuestra entrada en la historia moderna. Antes productoras de energía eléctrica mediante la combustión del carbón de nuestra minería y ahora obsoletas, no han gozado de la oportunidad de sobrevivir en una Europa agobiada por la escasez de combustibles y las guerras.

Pero había una razón de peso para que se hubieran salvado del desastre, y es que su demolición cuesta más de 14 millones euros, entre el derribo y la evacuación de los escombros. Cantidad que la empresa titular, al parecer, ya tiene dispuesta al efecto. Y dice este cronista que, ya de disponer de tantísimo dinero, ¿por qué no destinarlo a algo productivo en vez de dilapidarlo de esa manera? Y ahí es donde debía haber entrado la imaginación, ese capital del que dispone a raudales nuestra tierra.

Un concurso de ideas hubiera sido necesario. Acompañado por un sustancioso premio. Un certamen cuyo jurado no debiera ser jaqueado por políticos, ni arribistas de la cultura, ni técnicos del tres al cuarto, sino por personalidades nativas de reconocido prestigio: Periodistas, inventores, artistas, deportistas, cocineros, etc. Y en las bases sugerir trabajar en algo que pueda beneficiar, primero a la comarca y también a la provincia. Beneficiar en todos los sentidos. Desde atraer viajeros, escolares, deportistas, actores, cocineros, y todo género de seres vivos dispuestos a disfrutar de un paisaje, un ambiente y unas gentes, singulares, atractivas, y dispuestas.

El cronista, por su edad y desprestigiado particularmente, prometiera no participar en el concurso, especialmente si hay premio, para no apartar a nadie que se lo merezca. Tan solo sugiere un título: Las torres gemelas leonesas. No es por nada. Pero, ya de entrada, la cosa adquiriría otro nivel, hasta internacional si se quiere. Aunque uno no se aparte de haber sugerido un subtítulo, robado al gran periodista y amigo Fulgencio: Centro de interpretación del lamparón: Dando por supuesto que la ironía cazurra, uno de nuestros máximos tesoros patrios, bien se merece ya un reconocimiento por parte del resto del mundo, y no hubiera sido éste mal lugar y mal momento.

La ironía cazurra al poder. Y que se enterara el resto de España de que León existe y de que los cazurros somos pocos pero no cobardes; pobres pero no ingenuos; silenciosos pero no pacatos; callados pero no mastuerzos, y mucho menos indiferentes. Y esto lo piensa alguien que tan solo cree en Fray Gerundio, un fraile atrabiliario y de florido verbo.
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