Las mastinas que salvaron el rebaño... pero el lobo volvió

Ángel Santamarta, ganadero en Vegapujín, sufrió una odisea cuando la tormenta le dispersó el rebaño y lo buscó durante días

Fulgencio Fernández
27/09/2020
 Actualizado a 27/09/2020
La gran tormenta de la semana pasada le dispersó el rebaño y Ángel debió buscarlo durante días.
La gran tormenta de la semana pasada le dispersó el rebaño y Ángel debió buscarlo durante días.
«Con el tormentón del jueves por la tarde (el día 17) se me cortaron las cabras. Perdí la mitad, al día siguiente, desde las 6 de la mañana a las 11 de la noche, estuve buscando por el monte de Vegapujín, y por el de Posada en coche y parte del de Fasgar andando. Hoy (día 19) madrugué, poco dormí por la preocupación, y reanudé mi búsqueda por la Sierra hacia Montrondro; pero a media mañana me llaman mi amigo Salvador y Jesús González Álvarez de Barrio, que estaban en su monte junto a los lindes de los montes de Villanueva y el Villar. Bajando se me estropeó el todo terreno, bajé andando, fui con el turismo a Barrio y para el cortafuegos de la Sierra. Estaban todas bien, gracias a las mastinas Linda y Rosalía, que no se separaron de ellas en tres días, ¡chicas al poder!».

Así cuenta Ángel Santamarta, ganadero en el pueblo omañés de Vegapujín, lo que él llama ‘la odisea’ de buscar su rebaño, el miedo de haberlo perdido y la alegría de comprobar que no tenía bajas, gracias a las mastinas. Pese al cansancio, Santamarta contaba:«Cruzamos el monte de Barrio, Torrecillo, Posada y en el de Vegapujín nos juntamos y a recoger. Final feliz, pero de los nervios, pensando en lo peor que un rayo las hubiese matado o los lobos... Que mal rato!».

No imaginaba el ganadero afincado en Omaña haca cinco años que no era el final de la historia, que el lobo siempre acecha y pocos días más tarde... «Esta noche hemos contribuido a alimentar al lobo, pobrecito sino se extingue tan noble animal. Esto es lo que pasa cuando se cortan y se quedan solas sin mastines». Y es que el pasado miércoles regresaba el rebaño a casa, poco más de una decena de ovejas y cabras quedaron cortados, los mastines iban en el grupo grande... «Me mataron diez animales y mordieron a otros dos, se conoce que fueron las crías, por estas épocas suelen estar enseñándoles a cazar», cuenta Ángel Santamarta, quien se hace una reflexión: «¿Quién va a pagar todo esto?, nadie. Yo».

Una reflexión que le duele aún más cuando piensa que aquí al lado, en Asturias, sería diferente. «El Principado se hace cargo de los daños del lobo, en Castilla y León no te dan una mierda y eso propicia que haya muchas menos denuncias, ¿para qué?, y saquen pecho diciendo que hay menos ataques de lobos... Si hubiera lobos en Valladolid».

Y cierra su segunda odisea, ésta sin final feliz más bien todo lo contrario, que «estas cabras que me han matado también tenían nombre: Abril, Negrita, Nube, Peña, Blanquinegra, Mimosa...» y, por cierto, «si los cuervos y los buitres las comen en un santiamén, ¿porqué hay que andar llamando a Rebisa?».

Y se pregunta: «¿Hasta cuándo tenemos que seguir aguantando?».
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