Las lecciones de 2017 evitan que las reservas hídricas caigan a mínimos

En lo que va de 2022 las precipitaciones están un 50% por debajo de la media de 10 años

D.L.M.
05/08/2022
 Actualizado a 05/08/2022
Conforme avanza el verano, la lámina de agua se retira y la topografía original se hace visible, pero sin su vegetación original. | JESÚS F. SALVADORES
Conforme avanza el verano, la lámina de agua se retira y la topografía original se hace visible, pero sin su vegetación original. | JESÚS F. SALVADORES
Kilómetro y medio de cuerdas tuvo que utilizar Greenpeace para anclar una pancarta de 120 kilos y 1.500 metros cuadrados de superficie al puente Ingeniero Carlos Fernández Casado de la autopista León-Asturias sobre el desierto que dejan las aguas al desaparecer del embalse de Barrios de Luna y lanzar al mundo la ecuación ‘Mala Gestión=Sequía’. Era noviembre de aquel histórico año hidrológico 2016-2017 (comienza en octubre), que dejó los embalses en mínimos históricos. Con un poco más de agua gracias a las lecciones de aquel año y a los dictámenes europeos, la escena se podrá repetir en octubre de este año, a no ser que caiga un auténtico diluvio de aquí al final de septiembre.

Si en aquel entonces, el mínimo registrado en el embalse del Luna fue de 16,4 hectómetros cúbicos, para este año se ha fijado una reserva mínima de 22, de los 308 que puede llegar aalbergar. Actualmente, la ocupación está en 101,9 hectómetros cúbicos, pero en plena campaña de regadío, con las altas temperaturas y las escasas precipitaciones, a pesar de las dotaciones limitadas, la presa se vaciará por encima del habitual gasto de 65 hectómetros cúbicos de media de este mes, según consta en el histórico de la Confederación Hidrográfica del Duero (CHD). Precisamente, el órgano de cuenca ya advirtió este jueves que el sistema Órbigo se encuentra en situación desfavorable.

Se cumple el ciclo estadístico que marca escasez hídrica cada cinco años: 2002, 2017, 2012, 2006 y 2002La sequía es cíclica y, por eso, desde hace tiempo los gestores y los agricultores trabajan con horizontes plurianuales. Recientemente, la cuenca leonesa que vierte al Duero ha pasado por este trance en el citado 2017, el 2012 y el 2002. Contando este 2022, son cuatro episodios en 20 años, prácticamente cada cinco años, porque el 2006 fue seco, pero en menor medida.

No obstante, en el caso del embalse de Luna, la ocupación está prácticamente comprometida por las más de 50.000 hectáreas de riego de las que es tributario. En otras palabras, tiene la capacidad justa para las servidumbres estipuladas. Por ello, cuando el invierno, la primavera y el verano son tan secos como el actual, el paisaje cambia de una postal alpina a una postal desértica. Lo corrobora la pluviometría de la zona, con prácticamente un 50% menos de precipitaciones en lo que va de año frente a la media de los 10 últimos años.

La situación se repite en los embalses de Riaño y el Porma, aunque, por el momento, la situación es menos graves que en el Luna. En Riaño se ha fijado una reserva mínima al final de campaña de 150 hectómetros cúbicos de los 651 que puede albergar, y en el Porma de 60 frente al máximo de 317 que puede embalsar. En aquel catastrófico 2017, Riaño quedó en 91 hectómetros cúbicos y el Porma en 52,7.

Más grave es el estado del embalse de Villameca, como reconoce la propia CHD, al 22 por ciento de su capacidad total, frente al 51 por ciento de los últimos diez años.

En toda la cuenca


En este contexto, la Comisión de Desembalse de la CHD se reunió este jueves de manera extraordinaria en la sede del Organismo en Valladolid para constatar que, debido al desarrollo meteorológico de los últimos meses la situación de las reservas de agua embalsada en la cuenca del Duero registra el peor dato de los últimos cinco años.

Según informa la CHD, las reservas de agua de los embalses de la cuenca gestionados por el Organismo alcanzan los 1.381,6 hectómetros cúbicos, lo que supone un 48 por ciento de su capacidad total, un dato muy preocupante al situarse 11 puntos porcentuales por debajo de la media de la última década.

A pesar de ello, desde la CHD, tal y como se ha informado en la Comisión de Desembalse y en las Juntas de Explotación celebradas con los regantes las últimas semanas de julio y primera de agosto, se está trabajando para garantizar el recurso, a pesar de las complicaciones de la actual campaña de riego en la mayoría de sistemas.

Mirar al cielo


En lo que atañe a la provincia, las reservas previstas para el final de este verano, fijadas en junio, son un poco más generosas que las del 2017, pero también obligará a mirar al cielo hasta la siguiente primavera. El año hidrológico 2017-2018 fue prolijo en lluvias y nieves, hasta el punto de que Riaño se llenó en un invierno cuando siempre se ha concebido, por su capacidad, como un embalse bianual, es decir, que necesita —o necesitaba— de dos inviernos para llenarse. Ya solo cabe esperar que el ciclo no se altere y que al año de sequía le suceda uno al menos normal en la entradas a los embalses.
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