"Las féminas soportaron el castigo añadido del desarraigo"

Las mujeres leonesas republicanas sufrieron un duro exilio interior y exterior, que fue analizado este martes por la profesora leonesa Beatriz García Prieto en una de las ponencias del Curso Historia y Memoria que sigue celebrándose en Valencia de Don Juan a lo largo de toda la semana

Fulgencio Fernández
21/07/2021
 Actualizado a 21/07/2021
Un momento de la charla de la leonesa Beatriz García Prieto. | ANA C. RODRÍGUEZ
Un momento de la charla de la leonesa Beatriz García Prieto. | ANA C. RODRÍGUEZ
El exilio y la represión sufrida por las mujeres republicanas leonesas fue el protagonista de la ponencia presentada en el curso ‘Historia y memoria’ por la historiadora leonesa y profesora de la ULE Beatriz García Prieto, bajo el título de ‘Las mujeres leonesas ante el exilio interior y exterior’.

Como apuntaba el título de la charla Rodríguez dividió su análisis en dos partes, una dedicada al exilio interior otra al exterior, con las características peculiares de cada cual. Recordó la historiadora en Valencia de Don Juan que «tras  el  golpe  de  Estado  de  julio  de  1936,  la  provincia  leonesa  quedó  en  manos  de  los sublevados a excepción de una parte de las comarcas del Bierzo, Laciana y un sector de la montaña leonesa que se mantuvieron fieles a la II República hasta finales de octubre de 1937». Esa situación supuso que a estas zonas leales  y  también a la vecina Asturias  «acudieron  numerosas  mujeres  acompañadas  de  sus  familiares  huyendo  de  la represión indiscriminada de los ‘nacionales’.  Estas huidas que podemos calificar de ‘desbandá a la norteña’ se acentuaron con el avance rebelde». Y este éxodo masivo y obligado tuvo diferentes etapas que Beatriz García Prieto analizó en su ponencia: «En un primer momento, los traslados se hicieron de forma «masiva», a través de las vías de comunicación habituales y seguidos por las bombas enemigas. El peligro que atañía esta actuación tan expuesta llevó a la creación de auténticas redes de evasión, que organizaron partidas más reducidas a través de sendas montañosas menos conocidas y vigiladas».

Pero la caída del Frente Norte supuso una nueva y más complicada situación para estas mujeres, las llamadas ‘evadidas  a campo rojo’: «Muchas fueron  hechas  prisioneras  de  guerra  y acabaron en los centros de reclusión franquistas.   No obstante, no todas las encarceladas pudieron cumplir las penas impuestas por ‘rebelión militar’ en León, muchas de ellas fueron trasladadas a prisiones lejanas como Saturrarán, Amorebieta, Palma de Mallorca o la madrileña Ventas».Se buscaba con estos destinos una ‘pena añadida’ a la que ya sufrían, el desarraigo de su tierra, de sus familias, de su entorno. «Las autoridades carcelarias buscaban un mayor desarraigo en las féminas, un efecto que se incrementó  en  aquellas  que  al  recibir  la  ‘libertad’  –atenuada,  condicional  o  indulto– fueron condenadas  al  destierro  debido  a  los  informes  negativos  redactados  por  las  autoridades  de  sus localidades de origen, que no las aceptaban por considerarlas ‘peligrosas’».La explicación de este tipo de circunstancias por las que pasaron decenas de mujeres ocupó  la primera parte de la ponencia de Beatriz García Prieto  dedicada al «exilio interior», es decir, «al que sufrieron las leonesas dentro de su propio país».  Pero otras muchas tuvieron que abandonar su país, tuvieron que enfrentarse a la expatriación para huir de la guerra y la represión de la dictadura que las perseguía.  «Algunas  de  ellas  perdieron  la  vida  por intentarlo, pero otras lograron llegar a destinos como Francia o Latinoamérica. La acogida en el país europeo fue fría y dura, siendo separadas las familias y las mujeres en campos y edificios destinados a refugiadas y niños, de los que solo podían salir si eran reclamadas por sus maridos o si lograban encontrar un precario trabajo con el que sobrevivir», explicó García Prieto antes de reflexionar sobre la precaria situación que tuvieron que soportar: «La penuria económica, junto con la diferencia cultural  existente  y  la  propaganda  derechista  contraria  a  las  españolas,  pusieron  muy  difícil  la integración de las «apátridas». La situación empeoró aún más cuando los nazis ocuparon el territorio galo,  ya que varias españolas implicadas en la lucha  antifascista  –en  la guerra  de España  o en  la Resistencia francesa– regresaron o fueron internadas en los campos de concentración, como fue el caso de la leonesa Marcelina Balín». Avanzó la ponente en el tiempo y explicó que con el fin de la II Guerra Mundial la convivencia franco-española mejoró,  «pero  también  se  produjo  una  vuelta  a  los  roles  de  género  femeninos;  disminuyendo  la participación política visible de las mujeres, pero no su implicación contra la Dictadura de Franco que se mantuvo con las ayudas a los represaliados por el franquismo. La acogida en Latinoamérica, destacando México, fue más calurosa y empática, tanto por parte del gobierno de Lázaro Cárdenas, como por las asociaciones de ayuda al refugiado creadas por las organizaciones políticas en el exilio».

Finalmente explicó cómo la vida de las exiliadas se ‘normalizó’ de forma más rápida, con algunos ejemplos con nombre y apellidos: «Pudo ejercer como farmacéutica en el caso de la leonesa Salomé García-Lorenzana, como maestra si hablamos de Dorotea Pascual Monge, como sirvientas o amas de casa que desempeñaban trabajos a domicilio, que fue la condición de la mayoría de las exiliadas».

A nivel político, las militantes en partidos y sindicatos mantuvieron su compromiso «dentro de los ‘límites de género’, el resto no olvidaron a los represaliados por el franquismo y enviaron ayudas a favor de este colectivo, para el que pidieron internacionalmente la amnistía».
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