La única manera

José Ignacio García comenta el libro de Suso de Toro 'Un señor elegante'

José Ignacio García
05/06/2021
 Actualizado a 05/06/2021
El escritor Suso de Toro.
El escritor Suso de Toro.
‘Un señor elegante’
Suso de Toro
 Alianza Editorial
Novela
520 páginas
22,50 euros

En la portada, nos anticipa el autor tres claves para entender lo que nos vamos a encontrar cuando devoremos las páginas de su última novela, cuando tratemos de desentrañar ese intrincado crucigrama que componen las vidas cruzadas de esa dinastía de médicos gallegos que llevaron a gala el apellido Baltar.

A partir de ahí, Suso de Toro nos ofrece en ‘Un señor elegante’ una manera personalísima de entender la denominada novela de «no ficción», que tan de moda se ha puesto últimamente. Y es que el escritor santiagués (pero aquí me asalta la terrible duda de si sería más preciso emplear el gentilicio ‘compostelano’) afronta su obra reconociendo que «quiere escribir una novela, pero no ficción». Y lo consigue de una de las formas más arriesgadas posibles, tanto para el novelista como para el lector, usando la segunda persona como voz narrativa, pero con una variación añadida que otorga una peculiaridad tan original como convincente al texto resultante.

Durante las quinientas páginas por las que discurre la novela, De Toro no deja de hacerse a sí mismo preguntas que no siempre tienen respuesta, que a veces no terminan de arrojar luz, o que lo llevan por caminos confusos cuando se atiene a cartas, documentos, anécdotas o manifestaciones de testigos de los hechos referidos, que no coinciden en sus testimonios. Pero esa segunda persona adquiere otro matiz propio y diferencial cuando se dirige directamente a Ramón Baltar, pilar fundamental de la novela, y que nunca podrá revelar los enigmas que, en ocasiones, el autor solo puede intuir, construyendo hipótesis que, a pesar de su aparente verosimilitud, son especulaciones que carecen de un certificado de irreprochable autenticidad.

Esa voz especial e interrogativa crea un ritmo ágil y una tensión argumental que en ningún momento claudican a la pesadez y al intimismo que suelen acompañar al uso de la segunda persona, lo que acentúa la maestría narrativa del genial novelista gallego.

Y así, sin seguir necesariamente un orden cronológico encorsetado, Suso de Toro salta de aquí para allá por la historia de una familia, arrancando con la figura del cirujano Ángel Baltar, y siguiendo con sus no siempre bien avenidos vástagos, Antonio y Ramón, que poco a poco va robando protagonismo a su padre y a su hermano para convertirse en el eje de –como adelanta el autor en la portada– esta recolección de secretos de familia. Tal es así que, en un momento de la novela, el propio autor se dirige a Ramón Baltar, diciéndole: «A nadie le importa saber de ti, todo el mundo mira hacia delante, además nunca fuiste una figura pública como otros amigos tuyos. Entonces, ¿qué hago yo aquí ahora? ¿Por qué me importa a mí saber de ti, de tu vida o saber el día en que moriste? (…), ¿qué hago yo reconstruyendo con pedazos tu figura, como un monstruo de Frankenstein?», para terminar reconociendo que le importa, cautiva (y acaso obsesiona) la figura del cirujano y filántropo gallego.

Y no es para menos. De Toro nos ofrece un retrato fascinante y camaleónico de Ramón Baltar, con sus claroscuros, como si estuviera pintado por Caravaggio. Un retrato que nos muestra –como sugiere la segunda insinuación de la portada– a un resistente emboscado durante la posguerra española al que ni siquiera su mujer y sus hijos conocían en su plenitud, y que se ocultaba tras la figura del cirujano exitoso, del padre que poseía la envergadura protectora de una viga maestra, del enamorado del tabaco Chesterfield, de los coches deportivos y veloces, de los libros que siempre llevaba entre manos o de los trajes caros que costaban individualmente tanto como todo el presupuesto que Emma –la bellísima esposa a la que Antonio Machado compuso en su juventud unos versos ‘pretendientes’– dedicaba a cubrir las necesidades de vestuario de su numerosísima prole.

Pero Baltar –en apariencia introvertido, que no es de hablar, contenido y que es «muy seco» para algunos– es el hombre que nos da una ‘lección de ética’, como previene el último indicio de la portada, cuando ve desplomarse a su padre en el quirófano y, en lugar de atenderlo, toma su relevo y sigue operando al paciente que tenían sobre el hule; es el activista clandestino que se opondrá al régimen franquista, que proyectará incluso un magnicidio, que ayudará a otros reaccionarios, que será espiado en sus viajes, que  perderá su puesto como profesor universitario y que acabará durante algún tiempo en la cárcel. Ramón Baltar es un superviviente republicano del alzamiento nacional, primero, y de la guerra civil después, donde se ve obligado a ejercer como capitán médico en las filas del bando nacional; pero su ideología y sus principios inamovibles lo convierten en un ejemplo de oposición frente al régimen, en un elemento incómodo que Franco no pudo quitarse de en medio ni siquiera cuando un policía, al que había operado con anterioridad, fue a detenerlo mientras practicaba otra intervención quirúrgica; sin importarle que, como consecuencia del apremio captor, la mujer a la que Baltar estaba atendiendo falleciera sobre la mesa de operaciones por falta de asistencia médica.

‘Un señor elegante’ habla de una época convulsa de la historia de Galicia y de España. Pero es, también, un libro de época; una de esas obras que trascenderán, porque –como insiste tantas veces Ángel, el patriarca de los Baltar, en el primer tercio de la novela– solo hay una manera de hacer las cosas. Las cosas hay que hacerlas bien. Y Suso de Toro las ha hecho de maravilla.

José Ignacio García es escritor, crítico literario y coordinador del proyecto cultural ‘Contamos la Navidad’.
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