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La trampa de Bildu

19/11/2020
 Actualizado a 19/11/2020
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La democracia no tiene un problema por permitir los pactos con formaciones políticas que han reiterado que su misión última es asesinarla o maltratarla hasta que quede tan desfigurada que seamos incapaces de reconocerla. Puede incluso que esa generosidad casi cristiana, aquello de poner la otra mejilla, sea una de las virtudes que eleva el pacto constitucional por encima del barro mundano y las vísceras del común de los españolitos. La democracia es más comprensiva y reconciliadora. Lo que nos ha demostrado la Historia es que no es irreversible, como recordaba en las Cortes de Castilla y León la procuradora socialista Patricia Gómez en el debate de una iniciativa sobre memoria histórica. Tiene razón y es el riesgo de las tensiones extremas, de las heridas que supuran y los muertos intranquilos por la estrategia de Pablo Iglesias asumida por Sánchez con la naturalidad de quien le salen las cuentas.

Son los partidos los responsables de marcar los límites de las negociaciones y los recodos intransitables para no pisarse los principios, que hoy en día son solo callos molestos que rasparse para aun sangrando seguir adelante. Claro que es posible, por aritmética y normalidad parlamentaria, pactar con Bildu para aprobar unos presupuestos. Sin embargo, no es compatible con la coherencia de quienes murieron y vieron morir bajo el fuego del odio etarra. Porque el acuerdo con los que respaldaron el terrorismo es un ataque a la dignidad de las víctimas y las familias de las víctimas de coches bomba, secuestros y disparos en la nuca. El PSOE pide dignidad para todos los que sufrieron el franquismo al mismo tiempo que golpea el respeto de quienes padecieron a ETA, incluso Ferraz adentro donde se muerden la lengua. El sanchismo cae en la trampa de Iglesias y Otegi. Tensar hasta la extenuación la democracia. Y mienten. El apoyo de Bildu no es la única opción para que el Gobierno apruebe sus presupuestos.
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