La trágica pandemia de un triunfador leonés

Alfredo Rodríguez padre e hijo llegaron a Madrid desde León y el padre montó El Brillante, bar que heredó el hijo. Allí lograron el sello que nadie cuestiona de dar "los mejores bocatas de calamares de Madrid". El hijo abrió tres nuevos restaurantes pero la pandemia le golpeó de manera muy cruel y decidió irse hace unos días

Fulgencio Fernández
12/09/2021
 Actualizado a 12/09/2021
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Nadie se atrevía a cuestionar la condición de triunfador del leonésAlfredo Rodríguez y su hijo del mismo nombre. Llegaron a Madrid, el cabeza de familia abrió en 1951 El Brillante que, con el tiempo (en 1967) heredaría el hijo y lograron para este lugar un reconocimiento que nadie cuestionaba: "Los mejores bocatas de calamares de Madrid", y Alfredo hijo explicaba el secreto: "Buena materia prima, los mejores calamares,del Pacífico, y baratos, a 6,5 euros". Y algo más: "Me gasté 40 millones de pesetas al año en publicitarme y en dos años todo el mundo al que se le preguntaba por Brillante decía ‘el de los calamares’. Comunicar y publicitar son fundamentales para una empresa".

Explicaba Alfredo hijo en diversas entrevistas, y lo practicaba, que "cuando montas una empresa eliges tener una segunda familia pues el patrimonio de una empresa son sus trabajadores, el jefe que piense que ellos comen gracias a él, que se dedique a otra cosa". Y esta filosofía la ilustraba con su propio ejemplo: "Cuando murió mi padre (en 1991) me dejó una propiedad, dos hipotecas, dos locales en alquiler y sólo 319.000 pesetas en el banco. Y tenía que pagar las nóminas a 45 personas por lo que vendí por 6 millones (de pesetas) mercancía que valía 14 pero pagué a los trabajadores".

Ese fue su comportamiento siempre, el cuidado de los trabajadorescomo si fueran su propia familia, le gustaba contratar —al contrario de loque resulta habitual— a trabajadores de 50 ó 60 años porque el mercado laboral los castiga mucho "pero sabiéndolos motivar son los más válidos, los hago fijos y cuando se lo cuentan a su mujer, y ésta le convence de que realice bien su trabajo, al tener cerca la jubilación. Ése es el aliciente".

Todo le iba bien. Abrió otros tres nuevos Brillante y los bocatas de calamares seguían siendo el aliciente, en centros comerciales de Getafe,Alcalá de Henares y en Boadilla.

Pero llegó la pandemia. Que fue cruel para la hostelería y todo un problema para quien, como Alfredo, tenía muchos empleados y, fiel a su filosofía, cuidaba de ellos "como si fueran de la familia". Sus desvelos eran evidentes, sus problemas también, las deudas... y en la cabeza de este triunfador y a la vez excelente paisano fue anidando algo parecido a una excesiva preocupación, una depresión al no encontrar salida a los problemas que se le acumulaban.

Y hace unas semanas decidió irse. Un buen paisano, de solo 66 años.
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